Óscar Alzaga decidió ceder sus mejores pinturas al Museo del Prado, una donación que obedece a un cierto «deber ético», según dijo ayer en la presentación de la exposición de las siete obras que la componen, una muestra que abarca del siglo XVI a mediados del XIX, y en la que figura «la mejor Inmaculada» del pintor cordobés Antonio del Castillo, a juicio de José María Palencia, director del Museo de Bellas Artes de Córdoba y experto en el artista.

Bajo el título de La donación de Óscar Alzaga, el Museo del Prado ha reunido seis cuadros donados por el expolítico, catedrático, abogado y coleccionista de arte y una séptima obra que fue adquirida con una dotación económica que dio a la pinacoteca para la adquisición de otra obra. Así, además del cuadro de Del Castillo, también hay piezas de Jacopo Ligozzi, Sánchez Cotán, Herrera el Viejo, Eugenio Lucas Velázquez y Antón Rafael Mengs, que componían la colección de Óscar Alzaga, a las que se ha unido la obra Retrato de Manuela Isidra Téllez-Girón, de Esteve.

«Este lienzo de Del Castillo es una de sus obras maestras y tiene unas medidas de 1,93 x 1,31 metros», señala Palencia, que explica que, «probablemente, es una de las Inmaculadas del pintor que estuviese en alguna de las calles de Córdoba a modo de retablo callejero» y seguramente lució «en la esquina de la plaza del Potro con la calle Armas», aunque «no se sabe la procedencia exacta».

Esta Inmaculada Concepción, que formó parte de la exposición Antonio del Castillo en la senda del naturalismo, que se expuso en la sala Vimcorsa el pasado año, se une en la pinacoteca a otras dos obras del pintor cordobés, la serie de José y San Jerónimo penitente. «Es una buena noticia que Del Castillo vuelva a estar en un lugar como El Prado», dice Palencia, que reivindica su exposición en este museo, ya que actualmente no hay ninguna pieza del artista cordobés que se exhiba en este centro de arte.

Las seis obras que proceden de la colección han sido para el donante y su mujer «miembros de la familia», según señaló Alzaga Villaamil, que ha indicó que, no obstante, «una obra de arte en un domicilio particular no está en estado de plenitud». Tanto el presidente del Patronato del Museo del Prado, José Pedro Pérez Llorca, como el director de la pinacoteca, Miguel Falomir, destacaron la generosidad de Alzaga por esta donación, que permite completar el perfil de los autores de las obras.

Así, el Prado no contaba con ninguna pintura figurativa de Juan Sánchez Cotán hasta la llegada de La imposición de la casulla a San Ildefonso, un óleo de iconografía religiosa que data de 1600, ni tampoco tenía en sus fondos obras de pequeño formato del artista bohemio Antón Rafael Mengs, del que ahora contará con San Juan Bautista joven en el desierto, de 1753-54. San Jerónimo, de Francisco de Herrera el Viejo (hacia 1640-45), Alegoría de la Redención de Jacopo Ligozzi (1587), y Paisaje (1852), de Eugenio Lucas Velázquez, son otras de las obras que conforman la muestra.