La disputa por la ubicación de los llamados mármoles de Elgin vuelve a ser un debate candente gracias a Amal Alamuddin Clooney. La abogada británico--libanesa, nueva esposa de George Clooney, forma parte del despacho londinense que Grecia ha contratado para reclamar las esculturas arrancadas del Partenón y llevadas al Museo Británico hace más de doscientos años. La presencia durante tres días de la letrada en la capital griega, seguida paso a paso por decenas de reporteros, ha sido un golpe publicitario de gran efecto para la campaña a favor de la devolución. "Ha llegado la hora de que Gran Bretaña retorne las piezas a Grecia", para corregir "una injusticia que ha durado demasiado tiempo", declaró Alamuddin, recibida con honores de jefe de Estado.

El conflicto gira en torno a 75 metros de los 160 que tenía el friso original del templo dórico construido en el siglo V a. C. y que representa, talladas en mármol, esculturas de los dioses griegos y otros motivos arquitectónicos. Entre 1801 y 1805 esas piezas fueron retiradas del Partenón por orden de un personaje controvertido, cuyas motivaciones para llevar los mármoles a Inglaterra no están muy claras. Thomas Bruce, sexto conde de Elgin, fue nombrado en 1799 embajador en el Imperio Otomano, que por entonces controlaba Grecia.

Elgin negoció con las autoridades turcas el permiso para llevarse las estatuas del Partenón, considerado como "el supremo monumento de la antigüedad griega". El documento, del que solo se conserva una traducción en italiano, es para quienes defienden al británico una prueba de la legalidad de lo que hizo. Por el contrario, para los que piden la devolución es la evidencia de la criminalidad y el abuso cometido. ¿Era Elgin un bárbaro, un saqueador y un ladrón, o fue por el contrario un amante del arte, deseoso de proteger las esculturas en peligro? Desde el primer momento su decisión fue polémica. Incluso antes de que los mármoles llegaran a Londres, el poeta Lord Byron atacó a Elgin con sus versos, lamentando que las antigüedades griegas hubieran sido "mutiladas por manos británicas". Otros grandes de las letras, sin embargo, no escondieron su entusiasmo al ver llegar las piezas. John Keats le dedicó el soneto titulado Seeing the Elgin Marbles y el alemán Johann Wolfgang Goethe celebró lo que consideró como "el comienzo de una nueva era para el gran arte".

A principios del siglo XIX existía verdadera pasión por el arte clásico. Ya por entonces el Partenón había sufrido una enorme cantidad de robos y saqueos. El hecho de que Elgin se llevara el friso a su casa hace dudar de sus motivaciones altruistas. Cuando, arruinado, quiso venderlo al Gobierno británico explicó que los turcos estaban picando las estatuas para utilizarlas como piedras. Al final, el Estado le compró los mármoles, pero lo hizo por una cantidad muy inferior a la que el aristócrata pedía.

Devastador precedente

Grecia mantiene que el friso fue extraído ilegalmente y pide que se devuelva para ser expuesto en el nuevo Museo de la Acrópolis construido en Atenas. Londres viene rechazando este argumento desde hace 30 años. Los griegos, con la ayuda de Amal Alamuddin, reclaman ahora que el Reino Unido se siente a negociar con la mediación de la Unesco. La organización ha aceptado jugar ese papel, de manera que los ingleses tienen seis meses para decidir si están dispuestos o no a sentarse a la mesa. Si lo rechazan, los griegos amenazan con llevar el contencioso al Tribunal Internacional de la Haya. "Nos encontramos ante una nueva etapa después de la demanda del Gobierno griego de una mediación", ha señalado Alamuddin. Uno de los grandes expertos en arqueología clásica de la universidad de Oxford, Sir John Boardman, ha advertido del "devastador precedente" que implicaría la devolución, temiendo un efecto en cascada con otros países realizando reclamaciones similares. "Arruinaría cada uno de los grandes museos del mundo", como el Louvre de París o los museos en Berlín, sentencia el profesor.