"Yo ya tengo una edad y quiero que mi colección pueda ser vista y disfrutada por la gente", dice Pilar Citoler ante lo que parece la ruptura de sus negociaciones con Córdoba para ubicar en la ciudad su colección de arte contemporáneo, que han durado seis años y han "desgastado" duramente a la coleccionista. Citoler ha empezado a escuchar otras propuestas, como la recibida por el Gobierno de Aragón. "Era algo esperado", continúa la coleccionista, que no está dispuesta a oír a hablar de más planes a largo plazo para ubicar un conjunto de más de 1.300 obras que se almacenan en un local, excepto cuando salen para exhibirse en alguna muestra concreta.

--Parece que su colección ha encontrado comprador y no es Córdoba. ¿Qué siente después de tantos años negociando con esta ciudad?

--Siempre dije que tenía más propuestas, pero hasta ahora he tenido el compromiso moral de llegar a un acuerdo con Córdoba. Lo que siento ahora no tiene importancia. Ya lo sentí el pasado 15 de junio, cuando finalizó el plazo del protocolo de intenciones firmado con la Universidad, un documento que rubricaba las intenciones de esta institución para liderar este proyecto y que trascendiera a otras. Comprendo que esto llega en un momento de declive económico, de escasez de recursos. La Universidad ha hecho todo lo que ha podido y era el momento de que la Junta tomara las riendas y se comprometiera políticamente para asumir la colección para la creación de un centro de arte contemporáneo en Córdoba, esa era la intención. La colección tenía que ser el germen de un futuro. A mitad de junio me tragué el descontento y la frustración.

--¿Cuál cree que ha sido la clave del fracaso de las negociaciones?

--El tema económico ha sido, en gran parte, el gran escollo, sobre todo últimamente, pero creo que fuera de Córdoba nunca ha habido una conciencia firme y decidida de llevar a cabo este proyecto. Ha habido muy buenas palabras y excesos de silencios. Por otro lado, la ubicación ha sido un problema fundamental. Si te ofrecen un espacio en el que sabes que va a durar años llevar a cabo el proyecto te baja la moral y te desesperas. Siempre dije que si se concediera a Córdoba la posibilidad de que el Espacio Andaluz de Creación Contemporánea albergara mi colección, aunque fuera temporalmente, todo habría ido muy rápidamente. Se hubiera aprovechado el espacio y la inversión, pero la Junta tiene su proyecto particular, donde no entraba incluir lo mío.

--¿Siente que ha perdido el tiempo? ¿Qué han supuesto tantos años de espera?

--No he perdido el tiempo porque haberos conocido ha sido fantástico. Tengo muchos amigos en Córdoba que me han tratado muy bien y han apostado por mí. Córdoba es una ciudad que me enamoró el primer día.

--¿Desde cuándo negocia con Aragón? ¿En que momento está el proceso?

--No hay nada concreto. Está la voluntad del Gobierno de Aragón de que la colección se ubique en Zaragoza. Una voluntad perseguida.

--¿Le tiraban los tejos desde Zaragoza mientras negociaba con Córdoba?

--No. Me hicieron propuestas antes de empezar a hablar con Córdoba, pero estaban al quite y a lo largo de este verano, tras liberarme del compromiso con Córdoba, es cuando he tenido de nuevo la manifestación de interés y las primeras conversaciones.

--Si no hay nada concreto. ¿Todavía puede albergarse en Córdoba?

--Allí es muy difícil que me pronuncie. Lo que quiero es dejar que las cosas pasen y fluyan como tienen que ser. No voy a presionar ni en Córdoba ni en Aragón. Que las cosas vayan por el camino que tengan que ir. Vamos a ver los acontecimientos.

--¿Han hablado ya de dinero?

--No, aún no.

--¿En que cambiará su relación con Córdoba?

--Aunque mi colección acabe en las antípodas, Córdoba dispondría de ella cuando quisiera para hacer exposiciones.

--¿Qué le parece la ubicación, el Instituto de Arte Contemporáneo Pablo Serrano? ¿Es adecuado?

-Sí.

--La Junta no parece que dé el tema por zanjado. ¿Qué opina?

--Las cosas tienen que ser rápidas. Me reuní con Isabel Ambrosio en junio y fue la primera vez que alguien de la Junta mostró un interés palpable, pero no olvidemos que han pasado seis años.