Petros Markaris llegó a Córdoba ayer con la intención de no hablar de la crisis, el tema que ha tratado por activa y por pasiva a través de su alter ego, el comisario Kostas Jaritos, en su última trilogía. Un tema que, al parecer, de tanto discutirlo allá donde va empieza a saturarle. Una cuestión que inevitablemente acaba saliendo en cualquier conversación con este autor griego de novela negra, referente de la literatura y el pensamiento contemporáneos que ayer participó en Cosmopoética dentro del ciclo La voz de los poemas. Antes del encuentro con el público, Petros Markaris se reunió con un grupo de periodistas para responder, acompañado de un intérprete de alemán, a sus preguntas... Como era de esperar, la crisis salió a la primera.

-Su serie de novelas protagonizadas por el comisario Jaritos empezó en época de bonanza pero acaba con el personaje inmerso en la crisis griega. ¿Cree que sus libros pueden ser un manual de historia de la Grecia reciente? ¿En algún momento pudo anticipar lo que iba a pasar?

-Lo único que tuve claro desde que empezó la crisis en el 2008 era que sería algo que no iba a ser temporal, por más que los políticos insistieran al principio en que era una situación transitoria. Los detalles de la situación que le tocaría vivir a mi personaje los fui descubriendo a medida que escribía la trilogía.

-¿Cómo cree que puede ayudar la literatura a salir de la crisis, de qué manera puede contribuir?

-Todo escritor sueña al principio de su carrera con que su palabra es capaz de cambiar el mundo, pero con los años, uno descubre que no es más que una ilusión, un deseo. Como autor, es imposible cambiar el mundo, si es que es posible cambiarlo. Lo que sí puede hacer un escritor es presentar al lector preguntas para que se las haga a sí mismo, debe plantear en sus obras preguntas concretas aunque no sepa las respuestas. Son otros quienes tienen que responderlas. Un libro puede servir para inspirar a los lectores, para ayudarles a pensar, a buscar las respuestas sobre lo que ocurre a su alrededor. El gran cambio que ha introducido la novela negra tiene que ver con eso precisamente. Mientras antiguamente la única pregunta que se planteaba era quién lo hizo, quién fue el asesino, ahora va más allá y pregunta también por qué este hombre se convierte en asesino. El lector puede aprender algo de la realidad social gracias a ese juego entre el autor de la novela negra y su lector.

-¿Cómo ve Europa dentro de diez años?

-Hace unos días, escuché decir a Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, que la política se tiene que ocupar más de la gente desprotegida, que tiene que establecer más programas para ayudar a las personas sin recursos, para los más débiles. Esto es un absoluto oximorón. Por un lado, políticos que no dejan de hablar de finanzas y por otro, un banquero que no deja de hablar de política. ¿Quiere aún que responsa a su pregunta?

-En Madrid, usted ha reivindicado la «cultura de la pobreza», que, en su opinión, han perdido los griegos. ¿Qué quiere decir con cultura de la pobreza? ¿Hay que conformarse con ser pobres después de haber probado cómo viven los ricos?

-Me refiero a que Grecia fue un país muy pobre, pero la gente tenía un nivel cultural alto por la forma en que fueron educados por la familia. Por ejemplo, en los años 40 o 50 había canciones populares que eran pura poesía y que conocía todo el mundo y que ahora solo conoce la clase intelectual cuando entonces eran patrimonio de personas sin mucha formación. La gente tenía un nivel cultural alto pese a ser pobres. Ahora eso se ha perdido. Los valores se han perdido. Ahora vamos a ser pobres de nuevo, pero sin valores.

-Una de las cuestiones que aborda en sus novelas es el derrumbe del estado del bienestar y de los partidos de izquierdas. ¿Por qué retrocede la izquierda en Europa?

-Desde los años noventa, se ha producido un cambio en la forma de interpretar los hechos políticos, históricos y el enfoque se ha concentrado cada vez más en la información financiera. Otras formas de interpretar la historia ya no se aplican. Todo se mira desde un punto de vista economicista y el bienestar ya no es la preocupación principal de los políticos. Eso ha hecho que se pierda la filosofía y la idea del estado del bienestar. La educación incluso se ha tenido que adaptar a las fuerzas del mercado. Si seguimos así, el bienestar desaparecerá por completo. Mi próxima novela, que llegará a España en abril, habla precisamente del dinero que fluye en Grecia por todas partes. Y la pregunta es ¿de dónde sale ese dinero? No se sabe si viene de la bolsa, de fondos de inversión... nadie sabe.

-¿Dónde está la izquierda en Europa?

--Un amigo me preguntó lo mismo el otro día y le dije que estoy buscando la izquierda y que cuando la encuentre, le avisaré. No tengo ni idea de dónde está la izquierda en este momento.

-¿Por qué la gente ha perdido la fe en la política?

-El problema es que los políticos han dejado de tener el poder de convencer con sus ideas. Los partidos tradicionales están perdiendo su papel por la falta de empatía de los políticos. El europeo medio está cansado de la política. Y ojo, tampoco sería justo culpar a la gente que vota ahora por partidos de extrema derecha o izquierda sin intentar ganarlos de nuevo para la democracia. Es normal que reaccionen así, no se les puede dar por perdidos.

-Mientras la izquierda se derrumba, la derecha en España gana votos, inmune a los casos de corrupción. ¿La gente prefiere lo malo conocido?

-El votante medio español no es un intelectual y vota al partido con el que creen que van a tener más estabilidad, menos inseguridad. Salvo a una minoría de intelectuales, lo que a la gente le preocupa es tener un trabajo, la educación de sus hijos y que les garanticen ciertos derechos, no esperan mucho más.

-¿Ese proceso es reversible?

-No tengo una respuesta simple a esa pregunta. Solo puedo decir que la democracia es un sistema político que necesita sostenerse sobre grandes partidos y que si esos partidos fallan en su intento de solucionar los problemas como está ocurriendo nos enfrentamos a un futuro muy negro, lleno de incertidumbre.