Angel Petisme vuelve a Córdoba para llevarnos del corazón a los labios, para alumbrar la tarde cenital de un viernes dormido en su propio equilibrio de cornisas purísimas. Viene con su último disco, 'El ministerio de la felicidad', tocando en el Café Málaga, después de presentar su libro de poemas, 'El lujo de la tristeza', en la librería Luque. Petisme en ración doble, o en 'El doble del doble', como la novela de Justo Navarro.

En España hay buenos poetas rockeros y cantautores sólidos y gaseosos, pero Angel Petisme es una obra de arte en marcha que no termina nunca de asombrarte, de contenerse, sin adocenarse en una contemplación lineal del discurso musical y poético, con sus miles de aristas y matices, en una reescritura de la realidad reconvertida en canto no de él mismo, como Whitman, sino de la colectividad de una emoción, como Whitman también. Sus canciones te cortan, te arañan los pulmones, te sacan la gangrena de estos días para dotar a todo sentimiento de su verdad.

De 'El ministerio de la felicidad' solo puedo decir una cosa: escúchenlo. Ahora mismo. Ayer. Uno no es el mismo, no sigue siendo el mismo, después de haber pasado por 'El vino de las piedras', 'Lo que vino y se fue' o 'Además nos votaréis'. Petisme, sus canciones, sus poemas, te cambian la vida, te la atraviesan para transformarla, buscando en el desgarro tu sustancia interior, como golpes de mar, que nos salvan y nos vivifican. Nos habla de la felicidad como ministerio, y como un derecho ciudadano. También de la tristeza, entendida como resistencia. El lujo, camarada, es volver a tenerte entre nosotros.