Perfecta tarde de teatro o, para afinar más, de sensaciones y emociones. Pero empecemos por el principio. Lapso Producciones presentó en el Teatro Góngora su último espectáculo, denominado Clásicos Excéntricos. El título ya prometía. La compañía viene precedida de puestas en escena como Lapsus, Moc Moc, El Cuarteto Maravillas, Proyecto Voltaire o La Maravilla Gipsy Band, todos con una gran acogida de público.

Con Clásicos Excéntricos, Rafael Rivera, Antonio Campos y Rafael Campos continúan en la línea maravillosa de acercar una, a veces encorsetada, música clásica a todo tipo de público, y lo hacen desde el desparpajo de aparcar las normas. Sin complejos y con mucho descaro, utilizan instrumentos inexistentes construidos por ellos mismos para acercar la didáctica de la música y dar a conocer las más bellas partituras de música clásica a través de notas sacadas de instrumentos informales creados a partir de materiales de la vida cotidiana, como ya hicieran los recordados Les Luthiers.

Rafael y los hermanos Campos hacen un magnífico trabajo al unir en este espectáculo la música clásica con el humor, teatro, en base a personajes de puro clown, y todo con la dificultad añadida de que los instrumentos deben sonar bien y hacer que cada una de las partituras sea entendible. ¡Y a fe mía que lo consiguen!

Magníficas todas las interpretaciones, comenzando por las notas del Ave María de Schubert a serrucho tenor y acordeón con la que abren el espectáculo; una complicada bicicleta perifónica con la que, a través de bocinas y con un perfecto juego corporal, se puede escuchar a Bach y a Offenbach. La didáctica continúa, y así se explica a un público que recibe con atención y alegría toda la música, qué es exactamente un canon como melodía de una voz que repite unos compases más tarde por otra o más voces, a través del ejemplo del Canon de Pechelbel instrumentado por el Catering Melódico y Vidriolín Copodivarius.

El montaje despertó magníficas sensaciones en un público que siguió la música con palmas, rió a carcajadas, se emocionó y participó en el espectáculo de forma activa hasta el momento del popurrí final, en el que los artistas mudaron sorpresivamente el frac con el que hicieron toda la actuación por un moderno chaqué de leopardo, cueros rockeros y una travestida bailarina con bombín verde y tutú para hacer del fin de fiesta un auténtico despiporre en el que tanto niños como mayores se lo pasaron en grande. Una merecida guinda de la tarde en la que los músicos actores recibieron unos muy merecidos aplausos por este muy conseguido espectáculo al que no se le puede poner ningún reparo ni inconveniente.