Pepe era alegría de vivir y pasión desmesurada por el arte, un hombre con un sentido del humor extraordinario que incluso cuando estuvo enfermo nos hizo reír muchísimo, salíamos al bar de enfrente y eso era vivir la vida». Habla la diseñadora cordobesa Aurelia Medina, Aure para los amigos, la mujer de Pepe Duarte, que evoca sus recuerdos con él mientras despliega una amplísima sonrisa. «Cuando estuvo tanto tiempo hospitalizado, venía mucha gente a verle y él decía: ‘Esto está teniendo mucho éxito’, hoy diría lo mismo». El Equipo 57, al que pertenecía, familiares y los amigos más allegados del pintor habían fijado el día para celebrar la memoria del que se fue. 4 de marzo a las 11.30 en el Jardín de los Poetas, junto a su mural, donde han colocado una placa con su nombre. Y nada podía hacerles faltar a la cita. Ni siquiera la intensa lluvia que a esa hora caía en la ciudad y que a Juan Cuenca, arquitecto y uno de los organizadores del «improvisadamente organizado homenaje» le pareció de una belleza extraordinaria.

Aurelia Medina acudió al encuentro acompañada por uno de los hijos del pintor. «A mí me dice mucha gente que los artistas son muy raros y yo siempre digo no sé con qué artista habrán vivido ellos porque yo he estado con un hombre maravilloso que, siendo artista las 24 horas del día, era principalmente persona», recordó su mujer, «él estaría encantado y muerto de la risa de vernos aquí porque siempre tenía una sonrisa y nunca se le subió a la cabeza el hecho de ser un artista, eso nunca le impidió ser una persona amable y sencilla». Quizás por eso lo quería tanta gente.

Jacinto Lara, que habló en nombre de los allí presentes, confesó que Pepe Duarte «fue la primera persona que me dijo que pintar era un trabajo al que había que dedicarle la vida». Yo quería hacer Bellas Artes, recordó, «y me dijo: ‘¿Tú quieres ser pintor o profesor?’. Yo respondí que pintor, y él dijo: ‘Entonces, al taller a trabajar todos los días, eso es lo que me queda de Pepe». Según Lara, siempre estuvo pendiente de que los jóvenes desarrollaran su arte. «Nos decía que había que pensar que esto era para vivir, no para ser famosos…, era un trabajo como otro cualquiera». Pepe Duarte, según Lara, «nunca fue capaz de estar parado, siempre ha estado evolucionando, modificando cosas y avanzando en el arte». Era «un grandísimo pintor».

Bajo un manto de paraguas, Lara agradeció la asistencia a una iniciativa surgida, según explicó Juan Cuenca, porque «en Córdoba hay mucha gente que quiere a Pepe y que no pudo viajar a Madrid cuando murió». Con este fin, una pequeña comisión formada por Ángel Luis Pérez Villén, Juan Serrano, Juan Cuenca y Jacinto Lara improvisaron una cita espontánea «para recordarlo y confraternizar con todos los que querían a Pepe». Lo de ayer no fue «una despedida triste», insistió Jacinto Lara, emocionado al evocar al amigo. Tras el chaparrón y un cariñoso aplauso al artista, un centenar de personas compartieron un aperitivo en Bodegas Campos. Se trataba de celebrar la vida, no de llorar la muerte porque, como dijo su viuda, «Pepe Duarte disfruto mucho de la vida, supo sacarle el jugo cada día». El pintor cordobés, cofundador del Equipo 57 y Premio a las Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid, falleció el pasado 20 de enero a los 89 años de edad en su domicilio de Madrid, tras una larga enfermedad.