José Miguel Monzón (Madrid, 1955), o lo que es lo mismo, el Gran Wyoming, es uno de esos personajes que cualquier español reconocería por la calle, ya que su rostro aparece cada noche en los hogares de los españoles gracias a un programa de televisión (El Intermedio, La Sexta) que cuenta bajo el prisma del humor la actualidad diaria, y no siempre al gusto de todos, lo que le ha valido algún que otro disgusto. Sin embargo, su carrera musical ha pasado desapercibida para muchos de los espectadores que le han seguido en el cine o en míticos espacios como Caiga quien caiga, y muchos desconocen esa vertiente musical que nunca ha abandonado. Y para eso llegará el próximo sábado a Córdoba, donde, en la sala Golden Club, a partir de las 22.30 horas, ofrecerá el espectáculo con el que lleva de gira más de ocho años acompañado de la banda Los Insolventes, con quien Wyoming comparte la pasión por subirse a un escenario para interpretar los grandes clásicos del rock & roll.

-Recala en Córdoba con Los Insolventes, una gira con la que llevan ya ocho años de escenario en escenario. ¿Qué fuerza le atrae a las tablas una y otra vez?

--En primer lugar, el placer de hacerlo. En segundo, es una labor terapéutica claramente. En el programa que hago estamos todo el día contando, desde el humor y el sarcasmo, la miseria de este país, que parece una lacra que no nos quitamos de encima, que nos aplasta. Así que llega el fin de semana y me desintoxico.

-En este espectáculo hacen un repaso por la historia del rock & roll. Una apuesta segura. ¿Quién no falta en el repertorio?

--En realidad, es una música que en su día se llamó rock y hoy tiene muchos nombres, se ha divido en parcelas, no sé por qué. Partiendo del rock & roll, hacemos música popular desde Rosendo a Obús, pasando por Los Brincos, los orígenes del pop. Y también de grupos extranjeros.

-¿Le dan un toque especial o se ciñen a la versión original?

--Le damos un toque especial intentando ceñirnos al original.

-¿Qué tipo de público se encuentra en sus conciertos?

--Viene todo tipo de gente. Cuando empezamos, había cierta confusión porque algunos pensaban que aquello era un monólogo o alguna cosa rara. Ahora ya está claro y viene gente, fundamentalmente, a pasárselo bien.

-¿Por qué se une a Los Insolventes para tocar este tipo de música y no propia?

--Tiene que ver con la dinámica de la propia historia. Conocí a Los Insolventes en un bar. Me acerqué a saludarles porque hacían la música que yo tocaba en mis tiempos, y después del descanso me subí a cantar con ellos. Nos hicimos amigos y el dueño del bar nos propuso hacer un concierto. Y ya está. Desde entonces hemos seguido tocando y no hemos reflexionado sobre el tema. Lo único que hemos hecho ha sido incorporar canciones.

-Tengo entendido que ahora se atreve con la guitarra eléctrica en el escenario.

--Exactamente. La gente alucina y se pregunta ‘pero bueno, ¿este hombre como puede ser tan polifacético?’

-Entre el público, ¿hay más fans del Wyoming músico o del humorista y presentador que se mete con los políticos?

--El 90% viene porque me conoce de la televisión. Es un programa que ven dos millones de personas y llevamos más de once años.

-¿Cree que le queda mucha vida a la relación humor-política?

--A lo que le queda mucha vida es a la política, la diferencia está en cómo se cuente. Nosotros tenemos cada vez más espectadores, y en prime time. El intermedio es un programa que, por el formato y la idea, sería de otra hora. Pero parece que la gente quiere saber cosas.

-Y las quiere conocer de otra manera, quizá para desdramatizar.

-Para desdramatizar y para enterarse. Nosotros dedicamos a los temas el tiempo necesario y podemos estar quince minutos explicando lo que es el Tribunal de Cuentas. Y la gente lo agradece.

-Lleva muchos años contando la actualidad a ritmo de carcajada. ¿Todo se puede contar con humor?

--La carcajada es el lubricante, porque si no sería un programa que pasaría a formar parte de una tortura.

-A lo largo de este tiempo, ¿nunca le han puesto una cabeza de caballo en su cama?

--Algo parecido, sí. Al final, pagas un precio. He sido amenazado desde la cárcel por el señor Fabra, por ejemplo. Y son gente que tiene mucho poder, aunque parezca que los que salimos en la tele somos alguien. Yo no soy nadie. Me muevo en un entorno muy pequeño y te puede llegar a asustar cuando alguien hace público algo así en un medio de comunicación. Pero se pueden permitir el lujo de hacerlo. Por otro lado, tengo un señor de Hacienda en la puerta de mi casa desde hace muchos años.

-¿Merece la pena?

--Sí. Esto me carga de razón. Todo esto son avisos de navegantes para que te aburras, pero tengo 62 años y ya me pilla mayor.

-¿Cuál es su político favorito?

--Yo tengo mi opinión de las cosas, pero no es necesariamente la del programa. Soy exclusivamente el presentador, aunque coincido en gran parte con la línea editorial, pero no es un programa que haga yo. Tampoco hago publicidad cuando estoy trabajando en la televisión, y me salen ofertas. No me parece bien. No me gusta ser un líder de opinión.

-Pues muchos le consideran eso.

--Si me pides un ejemplo, creo que mucha gente está siendo muy injusta con la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Por mí, que fuese alcaldesa eterna.

-Volviendo a la música, ¿qué canción definiría la situación de España?

--Una canción sola, imposible. Habría que hacer una opereta y tendría que escribirla Valle Inclán.

-¿Más vale reír que llorar siempre?

--Fundamentalmente. El otro día escuché una frase del director chino de un hotel al que le preguntaron por qué se reía tanto. Y contestó que si no hay motivo para reír, no hay motivos para vivir. Me quedo con la frase.

-¿Cómo ve el estado de la música actual alguien que empezó en esto hace más de treinta años?

--Hay una característica que es exclusiva de España y que no entiendo, y es que en el resto del mundo la música siempre está metida en la televisión. En España no hay ni un solo programa musical más allá de los realitys. La música no tiene presencia en la televisión, y eso me parece muy mal.

-¿Cuando sale del plató o del escenario, se convierte en José Miguel o siempre es Wyoming?

--Me convierto en José Miguel, pero no sé hasta qué punto se parecen ya.

-¿Puedo hacerle una pregunta incómoda a lo Gonzo?

--Vale.

-¿Cómo es que siendo millonario pasa los fines de semana con Los Insolventes?

--Esa es una gran contradicción. Lo que pasa es que no soy tan millonario como dicen. No estoy entre los veinte mejor pagados en la tele, pero reconozco que yo he provocado que se hable de esto.

-¿Conoce Córdoba?

--Sí, y me encanta la ciudad pero me gustaba más cuando era feliz e indocumentado. La última vez que estuve allí, paseando por la Judería, no podía dar un paso. Tampoco puedo ir al Rastro en Madrid porque me convierto en parte del viaje turístico de la gente. Y lo entiendo, yo lo haría. Y eso, más que molestarme, me entristece mucho porque no puedo hacerlo.