El profesor universitario y escritor Octavio Salazar ha presentado esta tarde su nuevo libro, en el que vuelve al feminismo, durante un coloquio en el que participaron la periodista Marta Jiménez y la escritora Ana Freixas en el Museo Arqueológico. En Autonomía, género y diversidad. Itinerario feminista para una democracia intercultural, Salazar plantea, desde el punto de vista del feminismo jurídico, cómo resolver y gestionar los conflictos que se plantean entre los derechos individuales, especialmente los de las mujeres , y la libertad religiosa o la identidad cultural, y de qué manera se pueden hacer compatibles "las creencias, las cosmovisiones de determinados lugares del planeta con los valores constitucionales de Occidente”, señaló el escritor, que también plantea en este volumen que “no nos sirven las soluciones generales que suele dar el derecho”, considerando que “hay que ir caso por caso, teniendo en cuenta el contexto en el que se plantea cada problema y las circunstancias de cada mujer”.

El punto de partida de la obra “son todos esos conflictos que en los últimos tiempos se han planteado ya en Europa” y que han tenido como protagonistas a las mujeres, refiriéndose, por ejemplo, al burka o a cuestiones mucho más graves como la mutilación genital, “que están penalizadas en nuestro Derecho”, continuó Salazar. “Lo que llama la atención es que cómo siempre que se plantean estos conflictos, son las mujeres a las que se les exige una cuota añadida de sometimiento a una cultura, a una religión, por no hablar del cuerpo de la mujer, que tiene que estar tapado, dócil y, de alguna manera, domesticado”, subrayó el escritor, que en este libro plantea una reflexión sobre cómo resolver estos conflictos y cómo hacerlo desde una perspectiva feminista, “porque lo esencial es proteger los derechos humanos de las mujeres”, lo que es “complicado”, dice, porque “no es fácil hacer compatible determinados valores comunes con lo que , en principio, entendemos que son decisiones libres o autónomas de determinados sujetos”, lo que nos llevaría a debates como “quiénes somos nosotros para imponer determinados códigos de conducta”, concluyó.