El poeta de la salsa, Rubén Blades, hizo crecer su fama y su tumbao levantó al público del Festival de Jazz de Vitoria, en una noche mágica en la que el pianista Michel Camilo avivó el idilio entre el jazz y lo latino. La llegada de los dos artistas latinoamericanos al certamen jazzístico de la capital alavesa coincidió con el despertar del verano de Vitoria, después de varios días en los que parecía haberse marchado de vacaciones por las inclemencias del tiempo. Se esperaba que fuera una noche mágica, por el contrapunto latino de la misma, y el público empezó a llenar el pabellón de Mendizorroza una hora antes del recital.

INICIO DEL ESPECTACULO La noche comenzó cuando Michel Camilo posó sus dedos sobre el piano y golpeó las teclas con tanta naturalidad que parecía que estaba hecho para acariciarlas. No salió solo al escenario. Al otro lado del piano y bajo los focos, el percusionista latino Giovanni Hidalgo --la revelación del concierto-- y el bajo de Charles Flores completaron este trío mágico, del que salió una premier de su nuevo disco, Mano a mano , un repertorio fresco, ocho de cuyas piezas las escribió Camilo en el frío mes de diciembre. Los solos de Hidalgo emocionaron al público y junto al piano de Michel Camilo ampliaron horizontes más allá del jazz. La magia del lenguaje universal de la música hizo el resto.

Por momentos, parecían competir entre sí por ver quién era más virtuoso y después de una hora de concierto, el público no les dejó marchar y les arrancó un bis. Abandonaron el escenario con el pabellón en pie. Fue la primera actuación de una noche que pedía más y que buscaba soltar energías bloqueadas a lo largo de todo el año.

Llegadas las 20.40 horas de la noche, cuando el gurú de la salsa subió al escenario, miles de palmas le recibieron calurosamente y respondieron con estruendo a cada guiño y broma del artista. "Vamos a tocar mucha música pero también muchas anécdotas", anticipó. Sus infatigables maracas con la bandera panameña le acompañaron en cada paso y demostró que después de años apartado de los escenarios para dedicarse a la política, sigue pensando, diciendo y haciendo una sola cosa.

Su recital fue un antídoto contra la rutina. "La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios, Pedro Navaja matón de esquina, quien a hierro mata a hierro termina...", corearon los numerosos asistentes a la noche mágina de Vitoria.