Sin duda el esfuerzo municipal es el que hace posible año tras año que esta ya clásica Bellota Flamenca haya llegado a la respetable cifra de 35 ediciones.

Un cartel nutrido de artistas cordobeses con suficiente credencial para convocar al público de la comarca cubrió el desarrollo de este festival, que tuvo en el bailaor Manuel Jiménez el claro triunfador de la noche. Ya lo habíamos visto en otras ocasiones y valorado su irresistible ascensión en este competitivo campo de la danza flamenca, ya que no se limita exclusivamente a demostraciones de fuerza, que utilizó en su momento justo, pues su baile estaría incompleto si no fuera dueño de una estética entre sutil y fogosa, consecuencia de una sólida formación que le permitirá, si persiste en este camino, acometer con garantía cualquier disciplina dancística. La guitarra de Juanma El Tomate tuvo un protagonismo decisivo marcando con maestría las mudanzas y el gran abanico de quiebros del bailaor. Bien compenetrada con el cante de entrega sin límites de Miguel del Pino, Mariano Romero y Pepe El Caja, fue de lo mejor de la noche.

El cante curtido de Alfonso Cantizano, acompañado por la contundente guitarra de Juan Ramón Cisneros, la juventud de Francisco Gómez y la incipiente carrera del hinojoseño Antonio Jiménez se alternaron con la pasión y la entrega del cante de la joven Rocío de Dios, que se llevó una gran ovación por esa forma tan personal que exhibe allá donde es requerida. La experimentada guitarra de Rafael Trenas se plegó con sabio oficio al repertorio de los tres. Antes, el baile de la joven Irene Ruiz nos dejó buenas sensaciones aunque tiene que completar su formación con el mismo entusiasmo que puso en el taranto.