El Alcázar de los Reyes Cristianos, restaurado en su día por empeño del alcalde Antonio Cruz Conde --coincidencia que no pasó desapercibida para nadie-- fue anoche escenario de la presentación de las Memorias de José Cruz Conde , recopiladas y contextualizadas por los historiadores Enrique Aguilar y Julio Ponce en una bella edición de Almuzara. Se trata de las notas íntimas escritas en Madrid durante su triste asilo diplomático en tiempos de guerra civil, para ser solo leídas por la familia póstumamente, por el que fuera alcalde de Córdoba, gobernador civil de Sevilla y comisario de la Exposición Iberoamericana de 1929. Unas memorias sinceras que nunca buscaron su publicación ni lo políticamente correcto, como destacaron sus compiladores, en las que se muestra la dimensión humana del personaje y que, en palabras de su sobrino nieto Fernando Cruz-Conde, deberían servir "para la reconciliación, porque eso es lo que hemos vivido en la familia".

Tuvo también especial simbología en el acto, que hizo justicia a la saga política más importante del siglo XX en Córdoba, la presencia del alcalde, José Antonio Nieto, para quien José Cruz Conde, que da nombre a una de las principales calles de la ciudad, "dejó una huella indeleble en la historia y fisonomía de Córdoba". Por su parte el editor, Manuel Pimentel, resaltó la "trascendencia" que con libros y actos de este calibre adquiere el personaje, al tiempo que agradeció a la familia "la valentía de sacar papeles tan singulares a la luz". Pero las palabras más emotivas fueron las de Fernando Cruz-Conde, quien recordó la admiración de su padre, Antonio, por "tío Pepe", un hombre "de espíritu caballeresco que vivió al servicio de la paz".