A mediados de la década de 1950, King actuaba en un local de Twist (Arkansas) cuando unos espectadores se enzarzaron en una pelea que acabó prendiendo fuego al local. El artista se apresuró a salir de la sala, pero se dio cuenta de que se olvidó dentro su querida guitarra Gibson acústica de 30 dólares y no dudó en desafiar las llamas y recuperarla. Después supo que la discusión se había producido por una mujer llamada Lucille y decidió bautizar así a todas las guitarras que le acompañaron durante el resto de su carrera. Con reminiscencias de Blind Lemon Jefferson y T Bone Walker, entre otros, la precisión de la púa, su sutileza y el manejo de los silencios convirtieron el sonido 'King' en un componente fundamental del vocabulario musical del que bebieron figuras como Eric Clapton, George Harrison o Jeff Beck.