Con el aforo del Gran Teatro prácticamente lleno, el pasado miércoles llegó a este escenario, Dirty Dancing, título homónimo al de la película que se estrenó en 1987. La simbiosis entre el cine y el teatro musical ha sido una fuente inagotable de títulos que se recuerdan con el paso del tiempo, y este montaje forma parte de este grupo. En este espectáculo musical, toda la dificultad que encierra pasar a un escenario los conceptos de espacio y tiempo en los que se mueve el film está perfectamente resuelta a través de una muy bien diseñada escenografía que, a base de plataformas giratorias, va mostrando los distintos lugares en los que se desarrolla la acción. Si a ello sumamos una iluminación muy cuidada, un sonido que no presenta estridencias cuando requiere un segundo plano y un vestuario ambientado en los años sesenta, presenta al público un trabajo que es una adaptación fiel al espíritu de la película.

Federico Bellone mueve con maestría toda la cantidad de actores y músicos en directo que utiliza y logra un ritmo medido y cuidado a lo largo de toda la representación. Consigue romper con los clichés preconcebidos de los personajes presentando temas que, si bien en la actualidad nos son cercanos, en su estreno fueron un tanto controvertidos. No olvidemos que la historia central narra el despertar sexual de una chica de 17 años, además de temas como el aborto de Penny, el racismo y un feminismo bastante acrecentado.

Realmente cobra mucho peso la mirada femenina del libreto que, aunque menos en la versión teatral, en algunos momentos pone sobre el tapete tratar al hombre como un objeto mientras la que se excita es la mujer.

Espléndidos Eva Conde y Chistian Sánchez en los papeles de Frances Baby y Johnny Castle. Monumental Fanny Corral como Penny y magnífico todo el resto de bailarines con un toque de humor a cargo de Enrique Cazorla. La voz de los actores cantantes, perfecta. Las proyecciones de lluvia, del agua en que ensayan el célebre «salto» los protagonistas y el movimiento de la escenografía fueron impecables. Con todos estos ingredientes, el público que llenaba el Gran Teatro disfrutó de lo lindo con este Dirty Dancing que muchos, sin duda, recordaban de hace ya 30 años. Algunos cantaban canciones más conocidas por lo bajini y todos aplaudieron con fervor cada final de número musical. El tema central The Time of my Life coreado por el público puesto en pie, puso el broche a esta representación.