El cantaor José Menese falleció en la madrugada de ayer en su casa de su localidad natal, La Puebla de Cazalla, a los 74 años de edad, al parecer, por el agravamiento de los problemas de salud que padecía. José Menese, que se une así al tablao flamenco que Antonio Mairena dirige en el más allá y en el que El Lebrijano fue el último en ser contratado, era un cantaor que bordaba la seguidilla, uno de los pocos payos que han destacado en un arte que parece reservado para los calés. Y es que Menese no cantaba seguiriyas, sino que las usaba para comunicar, para contar de una forma personal lo que transmitía al público, en un estilo definido por él mismo como «puñetero», y que suponía para él «un sufrimiento psicológico y físico».

Menese nunca se cortaba, ni para cantar ni para opinar. Se sacó el carné del Partido Comunista en 1968 y siempre estuvo al día de las cuotas, y cuando le preguntaban por la situación de España lamentaba que era el trabajador de base el que sufría la crisis y al que había que proteger. Casi se despedía el año 1942 cuando el cantaor nacía en el pueblo al que siempre estuvo vinculado, La Puebla de Cazalla, un lugar con poco más de 11.000 vecinos a medio camino entre Sevilla y Málaga donde cantaba por afición desde pequeño, hasta que el pintor y letrista Francisco Moreno Galván gestionó que el joven Menese emigrase a Madrid para abrirse hueco en el mundo del flamenco. Sin quererlo, se estaba empezando a formar la Generación del 60, con flamencos que despuntaron en esa época como El Lebrijano, Fosforito, Naranjito de Triana, El Chocolate, Chiquetete y Camarón de la Isla.

Una generación irrepetible en la que el joven de La Puebla de Cazalla entró con fuerza con solo 21 años. Ya nunca dejó de triunfar. Su sombra flamenca se iba extendiendo, hasta el punto de que España se le quedó pequeña y en 1973 se convirtió en el primer artista flamenco en actuar en el Teatro Olympia de París. Era cuestión de tiempo que el cantaor fuese reclamado al otro lado del charco, y en 1985 la guitarra de Enrique de Melchor le acompañó con la Orquesta y Coro Nacionales de España en el Concierto del Día de las Naciones Unidas en Nueva York.

Tras décadas de éxito, Menese llegaba el pasado 15 de abril al teatro Buero Vallejo de Guadalajara para derramar su arte en la 24ª Cumbre Flamenca, mezclando peteneras, nanas, soleás, caracoles y cantiñas. No estaba bien de salud, pero su voz estaba en perfecto estado de revista, y así lo demostró aquella noche, como todas las noches en que el payo más calé se subía a un escenario para derrochar flamenco, lo que nunca dejó de hacer, y siempre al máximo nivel.

El Ayuntamiento de La Puebla de Cazalla, que acogió ayer la capilla ardiente del cantaor en su Museo de Arte Contemporáneo, decretó tres días de luto oficial. Numerosos vecinos recibieron el coche fúnebre con los restos mortales de Menese para homenajearle y arropar a su familia. Asimismo, las redes sociales se llenaron de mensajes para recordar la figura del cantaor.

Su cuerpo fue incinerado anoche en una ceremonia íntima por expreso deseo de su familia. H