Lleno en el Góngora para asistir a la reposición de lo que en 1972 supuso un revulsivo para la escena andaluza y española: Quejío. Salvador Távora y La Cuadra trabajaron este montaje con el objetivo de acercar la situación de pobreza y represión que sufría el pueblo andaluz a través de la enorme denuncia que supuso un texto sin palabras, que el flamenco arropaba para que no fueran censuradas, para llegar a concienciar a toda una sociedad dentro y fuera de nuestras fronteras.

Quejío es una alegoría de la represión, de la opresión y de la consiguiente rebelión de todo un pueblo. Un escenario sin luz alguna que se va iluminando poco a poco por los rayos que vienen de los candiles que portan los actores. Penumbra, llamas que potencian la fuerza de las sombras encadenadas. Tres jornaleros tiran de unas cuerdas tratando de mover un bidón. No es posible, necesitan ayuda. Simbolismo de que la unión proporciona la fuerza necesaria para un trabajo en común. Simbolismo también en los objetos propios del campo andaluz, mostrados entre luces y sombras.

Un montaje original en su técnica, en su idea, en su distribución dramática de los cantes, en su creación y escenografía. Imágenes, sombras proyectadas sobre un fondo blanco que muestran el gigantismo de los intérpretes a los ojos de quienes no creen poder ser tan grandes.

Todo ello arropa un texto que no existe más que en las letras de los cantes, en las cuerdas de una guitarra y en los pies de un bailaor, extraordinario, que lleva gran parte del peso de la obra. Pero sobre el escenario hay más artistas y por ello no podemos dejar sin reseñar la inmensa interpretación a gran altura de todo un elenco que imprime, de esta forma, carácter a la metáfora del argumento que es Quejío. Una ceremonia pausada y tensa para provocar la salida al exterior de la rebeldía contra la explotación.

En palabras de Távora: «El cante, como cualquier expresión artística, nace de una situación concreta. El cante es un quejío, un grito trágico, al que nosotros con nuestro estudio hemos puesto la situación que había perdido. Cuando nos hemos entregado a esta situación, cuando la hemos recreado, ha salido el cante que llevábamos dentro como una herencia atávica de la tierra».