Artista: David Russell

Obras: Mompou, Goss, Bach y Tárrega

En los años sesenta del siglo pasado, coincidían Andrés Segovia y Federico Mompou en los cursos de verano de Santiago de Compostela, a los que también asistía un joven guitarrista de apellido Russell. En este contexto, y en compañía de Segovia, surgió la Suite Compostelana de Mompou y, según nos contaba al comienzo de su recital el propio intérprete, su enamoramiento de Galicia y Santiago, que se mantiene hasta hoy --el escocés reside en la Ría de Vigo-- y se manifestaba en la primera parte del concierto, compuesto por la obra de Mompou y las Cantigas de Santiago, de Stephen Goss.

La Suite Compostelana está impregnada de la intemporalidad (o de la difícil datación temporal--estilística) que caracteriza la obra de Mompou, apenas contiene referencias directas al folclore gallego (sí la Muñeira final) y sonó esencial, con delicada expresión en las manos de Russell, leve y casi frágil, como las atmósferas intimistas que recrea, y que según el intérprete, han desaparecido de la ciudad milenaria engullidas por el turismo de masas: la música como memoria de un mundo ya inexistente. Continuó el concierto con las Cantigas... de Goss --dedicadas al propio Russell--, obra esta que sí se apoya con cierta literalidad en sonoridades claramente gallegas, manteniendo una atmósfera de incertidumbre temporal, arcaizantes, casi medievales por momentos, de fácil escucha; siete piezas que reelaboran otras tantas cantigas de Alfonso X, Martin Codax y del Códice Calistino. La pausa permitió hacer borrón y cuenta nueva para afrontar la imponente transcripción de G. Reichenbach de la Partita nº 1, BWV 825 , para clave --de una dificultad que estuvo a punto de poner en serios aprietos el escocés--, que nos brindó un fraseo dulce, casi tierno --recordaba a la interpretación de András Schiff al piano--, limando aristas y dulcificando su arquitectura --a lo que ya contribuye el sonido del propio instrumento, indudablemente más cálido que el del clavecín--. La Gran Jota de Francisco Tárrega era la última obra programada por Russell, a quien le gusta acabar con una fiesta --un clásico de los británicos en España-- y a quien un entregado público no dejó marcharse hasta interpretar tres bises más.