El arte como salvación. Relato sobre una vida claramente condenada por la enfermedad, desde la juventud, en contraste con la vivacidad y alegría de una obra colorista de estilo folk, capaz de arrebatar todo signo de oscuridad al mundo que le ha otorgado todas la papeletas para el sorteo a la más desgraciada del lugar. La pintora canadiense, de estilo naïf, Maud Lewis queda retratada en este óleo magnífico en forma de celuloide que ha realizado la directora irlandesa Aisling Walsh, rescatando así para muchos a una artista que pocos conocían más allá de sus fronteras, pese a haber sido capaz de tener entre sus clientes a algún presidente norteamericano gracias a una galerista que quedó fascinada por sus postales, una cabaña que transformó gracias a la pintura en una especie de pequeño museo, donde todo (desde ventanas a muebles y paredes) quedó marcado por los pinceles de esta mujer castigada por la artritis.

En Maudie, el color de la vida se nos cuenta cómo conoce a un vendedor de pescado de lo más huraño y solitario, encarnado muy bien por Ethan Hawke, cuando éste pone un anuncio para encontrar una asistenta, solicitud que atiende con rapidez la protagonista de este biopic, a la que da vida la excelente actriz Sally Hawkins, transformándose y adquiriendo la expresión corporal y gestual necesaria.

Sin duda, el conocimiento entre ellos, las diferencias que poco a poco van salvando, salpicados por la creación artística de ella junto a la aceptación y transformación de él que pasa del maltrato a la comprensión y el cariño, van empujando suavemente la narración de esta interesante película. Historia íntima, pues, de una convivencia, sostenida por los dos magníficos intérpretes que buscan y encuentran. La ausencia de sentimentalismo exacerbado imprime honestidad a esta producción que interesará no sólo a amantes de la pintura, también a otros que sepan valorar el camino a la felicidad través del arte, pese a las grandes dificultades de la vida.