De nuevo este paisano universal que es José Antonio Rodríguez nos llevó a las esferas más altas del universo guitarrístico flamenco de hoy.

Un concierto que vino a demostrar una vez más la enorme categoría de su talante abierto a otras músicas como este Manhattan de la Frontera que volvió a presentar en el Gran Teatro de Córdoba, aunque variado y diverso tanto en lo musical como en su puesta escénica.

Sus cualidades intrínsecas de las que ha gozado desde sus inicios en la guitarra han ido alimentándose con otras músicas y músicos de otras culturas en el transcurso de los tiempos. Todo ello en un afán de perfeccionismo interpretativo e investigador sin perder nunca la raíz flamenca que lo posiciona en lo más alto de la jerarquía del universo guitarrístico, consecuencia de un talento musical que nos atrevemos a decir que es de los primeros del mundo en su especialidad.

Nos conmovió a todos en las casi dos horas de su intervención, que estuvo adornada por una variada y completísima oferta formada por piezas de su Manhattan, vibrantes y ricas musicalmente; el flamenco con la farruca, granaínas, soleá, alegrías, rumba, la canción Francisco Alegre… y otros temas propios que pusieron de relieve su asombrosa técnica y una capacidad compositora excepcionales. En una afirmación de su generoso talante, mostró su decidido apoyo a cinco nuevos valores de la guitarra en la interpretación de La fiesta de los locos, número sorpresivo y divertido a la vez, en el que intervinieron su segunda guitarra, Manuel Montero, Niño Seve, Currito, Alejandro Dueñas y Alfonso Linares. Sencillo pero entrañable detalle que aportó un plus de gracia y reconocimiento a este memorable concierto que ningún amante de la guitarra debió perderse. La emotividad del concertista por tocar ante sus paisanos se hizo patente en su salida por el pasillo central del teatro, donde un público entregado le correspondió con insistentes aplausos a este músico de todos.