El director madrileño Emilio Martínez Lázaro ya es un experto en eso de las secuelas de películas de éxito. Después del bombazo de Al otro lado de la cama y su continuación, aborda con ironía y humor las expectativas depositadas en la segunda parte de Ocho apellidos vascos , el megahit comercial del año pasado que fue casi un fenómeno sociológico y que tiene ahora su secuela en Ocho apellidos catalanes , estrenada ayer. "Como no era la primera vez que me enfrentaba a una secuela de un trabajo de mucho éxito lo he hecho con bastante tranquilidad, porque ya pisas terreno conocido. Ya sabes el modelo de película que estás haciendo, conoces al equipo, a los actores, y sabes que te lo vas a pasar bien, que vas a disfrutar. Y que vas a terminar contento con el trabajo", señala Martínez Lázaro, que, sobre las perspectivas de esta película, asegura que "no cuenta con el factor sorpresa de la otra".

"La gente iba a ver Ocho apellidos vascos tres y cuatro veces, y cuando la han puesto en televisión, han repetido. Fue un fenómeno exagerado. Por lo tanto, esta, ya de entrada, sale con menos perspectivas económicas. Luego la terminará viendo todo el mundo, pero a los 56 millones de euros no llegaremos", dice convencido de que "el fenómeno fue la anterior". "Esto ya es el epígono del fenómeno. La secuela ya no es igual", subraya.

En cuanto a la presión interna que pudo sentir al abordar el tema vasco, asegura que "tenía miedo de que los radicales se la tomaran a mal". "El día que rodé la manifestación con Dani Rovira haciendo cantar sevillanas a los aberzales era un poco fuerte. Pero cuando vi que ellos mismos se reían, me quedé mucho más tranquilo. La recibieron estupendamente, y ahora va a pasar igual", continúa el realizador, que cree que esta secuela se tomará en Cataluña "igual que en el resto de España". "Si se la toman como una metáfora sobre la realidad de Cataluña o de la independencia, mal vamos. En cine, las metáforas son una sandez", dice el director.

Hace apenas un año y medio desembarcaba en la cartelera una película que estaba destinada a convertirse en uno de los más grandes hitos que ha dado el cine español reciente. No se sabía mucho de ella, solo que era una especie de traslación hispana de las comedias sobre los choques culturales dentro del mismo país, una especie de versión autóctona de Bienvenidos al Norte . En el reparto, los siempre efectivos Carmen Machi y Karra Elejalde, la prometedora Clara Lago y, oh incógnita, el monologuista Dani Rovira. El primer fin de semana fueron a verla más de 400.000 espectadores, obteniendo 2,7 millones de recaudación. Pero eso solo fue el principio del cuento. La siguiente semana, la película llegó a duplicar esa cifra y permaneció durante semanas en el número uno de la taquilla. En total, consiguió recaudar casi 55 millones de euros.

Los responsables del invento se pusieron a trabajar inmediatamente en una segunda parte. La opción era lógica: ahora le toca el turno a los catalanes. La película tiene lugar en un pueblo que, por unos días, y para contentar a una anciana dueña de la masía más señorial del lugar (Rosa María Sardà), intenta emular que Cataluña ha alcanzado la independencia y se ha separado de España. Esta situación será la puerta de entrada para desplegar toda una batería de tópicos alrededor de las costumbres e idiosincrasia catalanas.