Vino, cantó (casi tres horas) y venció. Manolo García volvió a demostrar ayer en Córdoba de qué pasta está hecho y por qué miles de fans de distintas generaciones le siguen desde que empezó su carrera. Cuando cumple veinte años en solitario, infatigable, el cantante catalán volvió a darlo todo en un teatro Axerquía que colgó el cartel de no hay entradas y que coreó canciones convertidas ya en himnos como ‘Pájaros de barro’, ‘El tiempo es perdido’ o ‘Insurrección’ (interpretada casi al final por la banda mientras él se ponía al mando de la batería) y que alternó con los temas de su último disco, ‘Geometría del rayo’.

El torbellino Manolo García volvió a salirse del escenario para tocar, besar, sentir a su público, que le respondió entusiasmado rodeándolo de cariño y de móviles (ese artilugio que tanto odia) grabando cada uno de sus movimientos mientras le reclamaban más y más canciones.

Durante el concierto, el cantante tuvo palabras de apoyo y aliento para la gente sencilla, para los trabajadores, para los que están pasándolo mal, a todos ellos dedicó su arte, que desplegó con una excelente banda de músicos, contagiados todos por el rayo eléctrico de García. Mágicos, por cierto, el violín de Olivia Lanza o la guitarra española de Víctor Iniesta.

Para sorpresa de muchos, se despidió con una versión de La Bamba, bien pasada la 1.30 de la mañana, entre gritos de Manolo, Manolo!! y Presidente, presidente!!, deseando salud y amor a todo el mundo, agradeciendo el entusiasmo de los suyos. Noche memorable, "un arrebato con consecuencias". Hasta la próxima Manolo.

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