Leer, desde luego, no es igual que ver la misma historia filmada. Durante la primera acción, uno imagina; sin embargo, cuando la película pasa ante nuestros ojos prevalece la mirada del director o directora como es el caso que hoy nos ocupa, por mucho que la obra fílmica intente una fidelidad máxima al texto literario en el espíritu y la letra.

Y así pues, las emociones de un personaje apasionado pueden quedar desdibujadas, pese a filmarse con exquisito gusto paisajes y decorados, sucediéndose una intachable perfección estética en cada plano, pese a contar con la mejor actriz que podría adaptarse al personaje. En fin, se ha escrito tanto sobre la relación entre literatura y cine que poco podríamos aportar desde aquí a propósito de la última adaptación para la gran pantalla del clásico de Gustave Flaubert.

No es la primera vez, ni mucho menos, que esta novela inspira una película. Desde Jean Renoir hasta Claude Chabrol, pasando por Minnelli, Oliveira o Ripstein, entre otros muchos cineastas, se han acercado al mito de esta mujer que ha sido encarnado en actrices de la talla de Isabelle Huppert, por ejemplo. Por tanto, no lo tenía fácil Sophie Barthes, la realizadora franco-estadounidense que se atreve a ello, con la importante colaboración de la actriz australiana de ascendencia polaca Mia Wasikowska, todo un lujo para un reparto muy bien conformado por intérpretes como Ezra Miller, Paul Giamatti, Rhys Ifans, entre otros.

Esta nueva ‘Madame Bovary’ tiene como aliciente la novedosa mirada, por femenina, de su directora, ya que hasta ahora habían sido directores los encargados de rodar esta feminista historia, para muchos. También hay que considerar la acertada opción, en cuanto a localizaciones, que escogió Barthes situando la cámara en los mismos lugares en que está ambientada la novela, en el sur de Normandía. La recreación de la época está llevada fielmente a la pantalla, siendo de lujo vestuario y escenografía, al igual que la estética y perfecta fotografía de Andrij Parekh.