Feliz por volver a mostrar su trabajo en su tierra, la actriz cordobesa Luz Valdenebro se subirá al escenario del Gran Teatro el próximo sábado con la obra El jurado, una versión libre de Doce hombres sin piedad, de Reginald Rose, que protagonizó en el cine Henry Fonda y que en España conocimos gracias a un histórico Estudio 1 de RTVE, con José Bódalo, Manuel Alexandre, Sancho Gracia, Jesús Puente, Pedro Osinaga, José María Rodero y Luis Merlo, entre otros. En este montaje, la actriz comparte protagonismo con un conocido y reconocido elenco de actores, nueve en total, que conforman un jurado que no juzga un asesinato, sino un turbio asunto de corrupción política.

-‘El jurado’ es una obra completamente vigente que habla de nuestra realidad. ¿Cómo la está recibiendo el público?

--Con las noticias que tenemos últimamente, imagínate. La corrupción es un tema que está a la orden del día, aunque, como dice Víctor Clavijo en una frase de su personaje en la obra, la gente ya no se extraña. Son noticias que deberían sacarnos de nuestras casillas, pero son tantas y se dan tan a menudo que la gente se ha acostumbrado, lo hemos hecho normal. De hecho, de un tiempo a esta parte hemos notado un cambio en el público y, mientras antes había un silencio tenso, últimamente se ríen más. La corrupción nos está llegando a hacer gracia, es triste. Me río por no llorar.

-Se trata de una versión de la mítica ‘Doce hombres sin piedad’. Hábleme de sus semejanzas y diferencias.

--Más que una versión, es una obra inspirada en la película. Creo que el publico no las compara, la obra tiene lo bueno del filme, las bases importantes, pero está muy actualizada, es más cercana a lo que nos pasa hoy en día. En la película, la clave era la pena de muerte, algo que, afortunadamente, no pasa aquí, pero sí podemos hablar de la corrupción política.

-Después de ver en acción a José Bódalo o José María Rodero interpretando la versión teatral de esta película, ¿sintieron un poco de vértigo?

--Más que vértigo, es un honor. Te pone las pilas. Tener esa función es un regalo para un actor. Una cosa es el respeto, y otra, el miedo. Además, es una versión distinta, se acerca a la actualidad y, de hecho, aún se sigue cambiando el texto original. Es una función que está viva, y esa es su riqueza. Estamos hablando de cosas que les pasa a la gente que está a nuestro lado sin que nos demos cuenta. Además, te lanza una pregunta incómoda: ¿Cuál es tu precio? Todos diríamos que no tenemos precio, pero finalmente todos lo tenemos, y no tiene que ser dinero.

-¿Está siendo controvertida esta obra?

--Hubo quien pensó en su momento que atacaba mucho a un sector político, pero aquí se le da a todo el mundo, y la clave es que más que buscar lo que separa, hay que incidir en lo que nos une. Es la única manera de salir de este atollladero.

-¿Qué aporta la entrada de mujeres en ese jurado?

--Realidad. Es el reflejo de la sociedad y se muestran comportamientos ante, por ejemplo, el machismo.

-Es una obra de personajes. ¿Cuál es el suyo?

--A mí me gusta decir que hay un solo personaje, el jurado, que está conformado por nueve micropersonajes. Cada uno de ellos son un apunte o reflejo de diferentes personas que viven en nuestra sociedad. El mío es el número cuatro y representa a una activista de izquierdas.

-Comparte escenario junto a un elenco de artistas muy admirado y reconocido. ¿Qué le ha aportado esta convivencia?

--Ha sido muy bonito y curioso, somos muy diferentes y conformamos un grupo muy especial. Un elenco grande y variado siempre te da la oportunidad de aprender, de meterte el ego en el bolsilo y de tener la oreja y ojos muy abiertos para captar lo que puede enseñarte el que tienes delante.

-En la obra se generan muchos momentos de tensión. ¿Obliga a derrochar una energía especial?

--Sí y no. En una función de nueve personajes, hay que estar muy atento, pero los momentos de tensión, normalmente para el actor, son liberadores. Es una obra muy dinámica que mantiene la atención del espectador y a los actores en constante tensión.

-¿Cómo es la escenografía?

--Es muy concreta. Podría llamarse austera, pero está tan bien vestida por la iluminación de Valentín Álvarez que genera una atmósfera que recuerda al cine negro, en la que los actores aportamos mucho porque esa luz la reflejamos nosotros con una serie de elementos. Se centra en la mesa donde debate el jurado, pero esa mesa también da muchas sorpresas.

-Actualmente la vemos todas las tardes en TVE con la serie ‘Seis Hermanas’, donde interpreta a Aurora, una mujer lesbiana a principios del XX. ¿Cree que esta y otras series ayudan a conocer nuestra historia?

--Creo que sí. La trama en la que yo participo es muy llamativa, y no solo por su condición sexual, sino por el hecho de ser sufragistas, algo por lo que entonces podías acabar en la cárcel. Creo que se ha olvidado mucho de lo que pasó en aquella época y no viene mal recordarlo y que muchas jóvenes de hoy en día lo conozcan. Yo creo que ni se lo creen. Estoy muy orgullosa de participar en una serie que se centra en el papel de la mujer en el momento en el que decide no quedarse callada.

-¿Está contenta con la evolución de registros que está desarrollando en su carrera?

--Estoy contenta porque, de momento, elijo yo. Creo que he sido bastante fiel, y ojalá pueda seguir siéndolo, al tipo de carrera que quiero llevar.

-¿Es el cine su asignatura pendiente?

-Absolutamente, se ve que no me quiere nadie. Pero no voy a frustrarme por eso ni me voy a sentir menos actriz.

-¿Qué supone para usted subirse a las tablas del Gran Teatro?

-Es una sensación agridulce, porque tengo mucha ilusión, pero me pongo más nerviosa de lo normal y lo no disfruto como debiera. Y siempre me pregunto si será la última vez. El teatro está tan maltratado que cada vez se contrata menos.