Cuidado con las leyes: el guionista no olvida y además sabe contarlo". Con esa velada advertencia al Gobierno concluyó ayer la guionista Lola Salvador su discurso de aceptación del Premio Nacional de Cinematografía, que le entregó el ministro de Cultura, José Ignacio Wert.

La autora de los libretos de El crimen de Cuenca (1980) o Salvajes (2001), con la que obtuvo el Goya al mejor guión adaptado, puso el acento en reivindicar un oficio poco reconocido, como prueba el hecho de que solo ella y Rafael Azcona en 1982 figuran en la lista de guionistas distinguidos con este premio. "Somos bichos raros pero nos gusta dar de comer a nuestros hijos", lanzó Salvador (Barcelona, 1938) en el interior del museo de San Telmo de San Sebastián donde se desarrolló la ceremonia.

La también productora y novelista hiló referencias a Kafka y a Scott Fitzgerald para definir al guionista como "un mono enjaulado" que se convierte en humano, como "insectos" que vuelan con la imaginación o como las vacas con que se comparaba el autor de El Gran Gatsby tras su experiencia en Hollywood. "Nos exprimen, nos ordeñan, nos sacan del abrigo del establo al prado a pastar", citó Salvador, que suma este premio a la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes que recibió en el 2011.

Tras concederse en los últimos años a cineastas con una trayectoria más corta, como Juan Antonio Bayona (2013) o Alex de la Iglesia (2010), el Premio Nacional de Cine ha vuelto reconocer en esta edición a una veterana. Autodidacta y amante de contar historias desde niña, según recordó ayer, Salvador empezó su carrera en la radio y luego pasó a la televisión, donde escribió capítulos para Serie rosa o Barrio Sésamo antes de pasarse al cine, donde ha firmado Bearn o la sala de las muñecas o Las bicicletas son para el verano .

José Ignacio Wert, el ministro de Educación, Cultura y Deporte --tal y como Salvador se esforzó irónicamente en resaltar-- repasó todas las facetas de la carrera de la premiada, a la que definió como "cineasta, en toda la extensión de la palabra". "El guión es lo menos visible, pero es el cimiento de una película", concedió Wert, que no reaccionó en su discurso a las críticas previas de Salvador. "Puede haber una mala película con un buen guión, pero no una buena película con un mal guión", añadió. El ministro recordó los comienzos de la carrera de Lola Salvador, "en las postrimerías del franquismo", y su paso por "la gran escuela de creatividad" que fue La 2 de TVE bajo su fundador, Salvador Pons, donde coincidió con Pilar Miró, Emilio Martínez Lázaro o Jaime Chávarri, entre otros. De su faceta como guionista destacó El crimen de Cuenca (1980) de Pilar Miró, "un alegato estremecedor contra la tortura", dijo, que se alumbró en circunstancias muy difíciles. Y también hizo hincapié en su labor de "alfabetización visual", como profesora universitaria, al transmitir a sus alumnos la "comprensión y el amor" por el cine.

Tanto a su llegada como al salir del museo San Telmo de San Sebastián, el ministro fue abucheado por una veintena de estudiantes que permanecieron en la lejanía, vigilados por la policía.

SECCION OFICIAL En otro orden de cosas, el director de Grupo 7 vuelve a la gran pantalla con La isla mínima , un thriller ambientado en Sevilla en el año 1980 que se estrena en las salas españolas el próximo viernes 26 de septiembre y que, además, ha sido seleccionado para competir en la sección oficial de la 62º edición del Festival de Cine de San Sebastián este año.

En este filme, dos policías, interpretados por Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez, son enviados a un lejano pueblo de las marismas del Guadalquivir, una comunidad anclada en el pasado donde las mujeres no le importan a nadie, en la que deberán investigar la desaparición de dos adolescentes. Según ha indicado Rodríguez durante una entrevista esta cinta es un "western crepuscular" en el que se observa cierto "paralelismo" entre la España de aquella época y la situación actual, ya que durante la transición también existía una coyuntura de "crisis económica" y se cuestionaron "muchas cosas".