¿Pudo más en Larra su vida que su obra? Seguramente, porque cualquier manual de Literatura incluye al escritor en el capítulo del Romanticismo, pese a estar claro que su obra sigue marcada por la Ilustración y el Neoclasicismo, con algunos toques de costumbrismo. Sólo su vida fue romántica.
Mariano José de Larra es el típico ejemplo de triunfador social que, sin embargo, ha de cargar íntimamente con su fracaso vital. El dandy envidiado por su elegancia, el cruel irónico temido por su mordacidad ocultaba a un tímido inseguro y azotado por el mal del siglo: la insatisfacción, el hastío vital y la vocación suicida.
Desde pequeño fue a contracorriente el escritor. Su padre, médico del ejército francés, hubo de retirarse con las tropas galas al término de la guerra de la Independencia, lo que provocó que el Larra niño aprendiera el francés por delante del español y ello le supusiera un hostil muro social al regresar a España.
Pedantería
El luego conocido como Fígaro no fue precisamente hábil para las relaciones sociales. Presumido, mordaz y algo pedante, carecía del don de la simpatía. Su dedicación a las letras fue temprana, y probó la poesía, el teatro, las traducciones del francés, la novela histórica y el periodismo.
Como poeta, lastrado todavía por la grandilocuencia neoclásica y el moralismo ilustrado, dejó una obra perfectamente prescindible; como novelista y dramaturgo, pueden recordarse sus páginas dedicadas al trovador Macías, símbolo, como más tarde el propio Larra, del mal de amores.
Para los amantes de las curiosidades, recordemos que fue precisamente su novela El doncel de don Enrique el Doliente el libro elegido por la princesa Letizia para regalar a su prometido, Felipe de Borbón, con motivo de su petición de mano.
Pero donde brilló todo el genio de Larra fue en el periodismo, primero con sus folletos individuales, El duende satírico del día y El pobrecito hablador , y más tarde cuando se convirtió, en El Español , en el periodista más prestigioso y mejor pagado de su época. El tono costumbrista catapultó a la fama al joven escritor. ¿Quién no recuerda El casarse pronto y mal , donde Larra, enseñado por su propia experiencia, advierte de los inconvenientes de un matrimonio temprano e inmaduro, o el archifamoso Vuelva usted mañana , sátira intemporal de la perezosa máquina burocrática española?
Si en El castellano viejo retrató al patriota cazurro que da "todas las lindezas del extranjero por un dedo de su país", Fígaro se reiría hoy de las dificultades de los españolitos con el inglés, incluidos nuestros presidentes de Gobierno. La política fue agriando aún más, si cabe, el carácter del escritor. Sus artículos contra el carlismo se fueron haciendo cada vez más duros, hasta acabar defendiendo como única solución el uso de la pólvora.
Acta de diputado
El mismo se presentó a las elecciones y sacó acta de diputado, pero la "sargentada de La Granja" echó por tierra los resultados electorales. Fracasada desde el inicio su vida conyugal, sostuvo en pie a Larra su amor por Dolores Armijo, pero cuando ésta también le abandonó, su desengaño amoroso, unido a su absoluta decepción con la situación política de su tiempo, pusieron al escritor contra las cuerdas.
En su artículo Día de Difuntos de 1836 Larra da un desolado paseo por la capital. En el Congreso ve una inscripción donde se lee: "Aquí yace media España; murió de la otra media". Más adelante contempla una sepultura en su propio corazón con la siguiente lápida: "Aquí yace la esperanza". El escritor nos está anunciando su amargo final.
Fígaro afirmó en una ocasión: "Escribir en España es llorar". Probablemente, con su carácter, su llanto se habría escuchado en cualquier país en el que hubiera nacido. Su obra no fue romántica, pero su existencia sí fue representativa de la época que le tocó vivir. El pistoletazo que puso fin a su vida le convirtió en el Werther español.