No hay que confundirse con este título, pues no se trata de una adaptación cinematográfica de la pieza teatral de William Shakespeare. La huella literaria de esta película tendríamos que buscarla en el relato de uno de los más grandes escritores rusos del siglo XIX, Nikolai S. Leskov (1831-1895), aunque en nuestro país haya pasado demasiado desapercibido durante bastante tiempo. El texto en cuestión que Alice Birch (quien se lo descubrió al realizador) ha transformado en un excelente guión es Lady Macbeth de Mtsensk, una novela corta de 80 páginas, que anteriormente dio lugar al libreto que sirvió como base a la ópera que Dimitri Shostakóvich estrenó en 1934. El film del debutante en el largometraje cinematográfico, William Oldroy, ya un reputado director teatral y operístico, supone una demostración excelente de dominio del oficio. El silencio predomina en esta historia de emociones y sentimientos, bajo la estética depurada que brota de cada plano convertido en cuadros por Ari Wegner, en tonos fríos como las obras del danés Vilhem Hammershoi y como el propio corazón de la protagonista, una joven casada con alguien bastante mayor que ella, incapaz de amarla, que consigue encontrar el deseo y la pasión más allá del maltrato que sufre por parte de su familia política gracias a la llegada de un nuevo mozo de cuadra a la casa que ha abandonado el marido. La historia ha sido trasladada de tierras rusas hasta lo más profundo del reino británico, al margen de cualquier distracción narrativa, el drama se concentra en el personaje que borda Florence Pugh (The Falling), que nos regala una interpretación excelente y memorable, capaz de trasladar el espíritu shakespeariano a su estrategia, aunque la dramaturgia arranca y progresa desde una especie de Madame Bovary convertida en Lady Chatterley.