Lady Gaga pisó ayer con fuerza el escenario del Palau Sant Jordi de Barcelona, el primero del tramo europeo de la gira Joane World Tour, donde derrochó energía, empatía y carisma ante 15.000 personas. La diva llegó dispuesta a conjurar el dolor con grandes dosis de espectáculo, tras verse obligada a anular los conciertos europeos por un brote de fibromialgia.

Y lo consiguió desde el primer minuto, cuando salió al escenario como una apisonadora, rebosante de energía y subida a una plataforma desde la que interpretó el primer tema de la noche: Diamond Heart, de su nuevo disco Joanne. En la segunda canción, también de su nuevo álbum, aparecieron los esforzados bailarines que la acompañan y que se dejaron la piel, mientras ella, que también se entregó en cuerpo y alma, se quitó el sombrero dorado y la cazadora de cuero para coger la guitarra y hacerlo todo a la vez: cantar, bailar y tocar.

El Palau Sant Jordi tembló con el tercer tema de la noche, Poker Face, porque, si el público empezó el concierto saltando de alegría al ver a su reina en tan buen forma, celebrarlo con uno de sus temas más famosos disparó las endorfinas del personal. Eufórico, el público entró de lleno en un espectáculo sin tregua, en el que la norteamericana alternó los temas de su nuevo disco con algunos de sus hits más deseados, como Alejandro o Telephone.

VESTUARIO / Todo ello adornado con continuos cambios de vestuario y movimientos escénicos, que llegaron a su punto álgido cuando descendieron desde el techo dos pasarelas que conectaban el escenario principal con uno de los tres escenarios anexos. Antes ya habían aparecido una pantalla gigante, tres ovaladas, varias plataformas con posibilidad de inclinarse, fuego real sobre el escenario principal y luces en todas las direcciones y de todos los colores. En siete ocasiones, Lady Gaga abandonó el escenario para cambiarse de ropa, pero el ritmo del concierto no decayó en ningún momento.