Sofia Coppola, directora de Lost in translation o María Antonieta, realiza con su última película un ejercicio de estética sumamente depurada para poner en escena la tela de araña en que acaba metiéndose un soldado herido cuando es acogido por un grupo de profesoras y alumnas de un internado durante la Guerra civil norteamericana (año 1864). Basándose en una novela de Thomas Cunillan que ya fue adaptada para la gran pantalla por Don Siegel, ahora la hija de Francis Ford Coppola intenta y consigue una mirada más femenina convirtiendo el relato en una especie de cuento gótico de hadas con cierto aroma al drama sobre el poder y el deseo que escribió August Strindberg en Señorita Julia o a la claustrofóbica cinta que inaugurara su filmografía, Las vírgenes suicidas.

Es de resaltar la belleza impresa por la dirección de fotografía que firma Philippe Le Sourd, que parece inspirarse en Barry Lindon: las secuencias de interior (conviene resaltar las dos cenas como puntos significativos de la trama) que marcan la estancia y progresiva atracción entre el macho y las hembras del enjambre se ven salpicadas por unos muy estéticos pasajes fotográficos de exteriores que suman cierta atmósfera para dar respiración al agobiante ambiente que se vive en la mansión sureña aislada de lo que ocurre fuera, aunque se escuchen de fondo las consecuencias del desastre. El predominio del silencio y los juegos de miradas entre las féminas constituyen un ejemplar leitmotiv para la eficaz puesta en escena que construye la directora de Somewhere y The Bling Ring en esta producción que hay quien ha visto como un cruce entre Mujercitas y La matanza de Texas.

Intachables interpretaciones, siendo de agradecer la vuelta de una Nicole Kidman excelente en el papel de directora del internado, frente a un Colin Farrell al que vemos cómo va cayendo en la red tejida por esas señoritas que tan bien encarnan el resto del reparto, sobre todo la profesora (Kirsten Dunst) y la alumna más aventajada en el arte de la seducción (Elle Fanning).