Lugar: Gran Teatro de Córdoba

La expectación de algunos veteranos aficionados que nos dimos cita el pasado sábado en el Gran Teatro para escuchar a uno de los cantaores legendarios de la segunda mitad del pasado siglo nos sumergió en un cierto desencanto ya que conjeturábamos, según nuestras informaciones, que las facultades que lo posicionaron en el privilegiado lugar que ocupó durante media centuria mantendrían casi toda su pujanza. De los cuatro cantes que hizo, taranto, farruca, soleá y seguirilla, fueron en estos dos últimos donde destellaron algunos reflejos de su tiempo pletórico, cuando revolucionó el panorama flamenco ayudado por las recordadas letras de Francisco Moreno Galván, que sorpresivamente, salvo un par de ellas, no incluyó en su repertorio, inclinándose por las tradicionales que hoy se escuchan con insistente machaconería en los escenarios flamencos.

En José Menese hay que reconocer que, al ser casi el único superviviente de aquella época, refrendada por el premio Tomás el Nitri en el Concurso Nacional de Córdoba del año 1965, aún conserva ese halo que lo ratifica hoy día como uno de los más acreditados embajadores de lo jondo, por lo que merece todo nuestro respeto por la defensa a ultranza de la integridad de sus principios, asidos fuertemente a las más pura ortodoxia, que defenderá como un viejo león herido hasta que sus facultades se lo permitan. El sonido de toque tradicional de Antonio Carrión se ajustó adecuadamente a su cante en este Cordobán flamenco que tuvo en la juventud su mejor protagonismo. La extraordinaria guitarra de Niño Seve, que abrió la noche con un creativo y sensible toque por farrucas, sería una de las protagonistas de la noche acompañando el cante de Inma de la Vega, que acreditó con su cante por tonás, cantiñas y tangos el momento dulce de su prometedora carrera, afianzada por su intachable pasión cantaora. Y la intervención de Rafael Churumbaque con la misma guitarra puso el listón muy alto, sobre todo en esa exhibición rítmica de los cantes abandolaos y las bulerías de Cádiz, arquetipos de buen gusto que afirman su probada maestría en su acompañamiento al baile. Y hablando de baile, el joven Angel Reyes es la fuerza desatada que, creemos, confluirá en una mayor atemperación para que sus virtudes, que las tiene, proyecten una mayor contención gestual a favor de una plasticidad en función de sus valores.

La gala, presentada por Juan Ramón Martínez, se inició con la entrega del Cordobán Flamenco a la Peña Merengue de Córdoba y la imposición de la insignia de oro de la asociación al cantaor Luis de Córdoba.