Juan Marsé (Barcelona, 1933) está condenado a recordar, a que el pasado le acompañe con la indicación expresa de que vivir es arduo y complicado y que para aliviar las penas siempre nos quedarán las ficciones, ese otro lado de la realidad que nos devuelve compasivo los heroísmos y las aventuras. En espera de su próxima novela, en la que está manos a la obra, el premio Cervantes lanza un feliz aperitivo, Noticias felices en aviones de papel (Lumen), una nouvelle con ilustraciones de línea clara de María Hergueta y un raro punto de enloquecida fantasía. Un eslabón más en la cartografía marseana.

--Esta novela breve está dedicada a la hoy olvidada escritora y traductora Paulina Crusat, que le "abrió la puerta".

--Ella vivía en Sevilla cuando yo empezaba a escribir. Escribía en la revista Insula . A mediados de los años 50 mi madre trabajaba en una residencia de ancianos de la calle Sors, en Gràcia, y cuidaba de una señora a la que un día confió que tenía un hijo al que le gustaba escribir. La anciana señora era la madre de Paulina. Le sugirió a mi madre que yo le escribiera una carta a su hija de Sevilla, porque era escritora y tal vez podría aconsejarme y prestar alguna ayuda. Lo hice y Paulina Crusat me contestó pidiéndome algún texto, le envié un par de cuentos y se los enseñó a José Luis Cano, director de Insula y amigo suyo, y Cano los publicó en la revista.

--¿Existe una vinculación entre los últimos años de Crusat, ninguneada y solitaria, con los del personaje de la señora Pauli, superviviente del gueto de Varsovia y excorista del Paralelo que aparece en su novela?

--No, ninguna relación. Para mí lo importante fue la amistad con Paulina y la correspondencia que mantuvimos durante un par de años. Nos conocimos en una visita suya a Barcelona para ver a su madre. Era una mujer afable y generosa que tuvo una vida muy desdichada.

--Y de nuevo una historia sobre un adolescente descubriendo el mundo. ¿Por qué ese tránsito, que se repite una y otra vez en sus libros, ha sido tan importante en su literatura?

--No sabría decirle si es importante. Quizá porque el periodo juvenil de la vida, el del aprendizaje, me ha interesado siempre por lo azaroso de sus etapas, sobre todo cuando repaso mi propio caso, mi origen familiar y los avatares que me llevaron adonde me llevaron.

--¿Qué es lo que aporta esta novela respecto a ese tema en relación a otras veces?

--Lo nuevo en esta novela, en relación con las anteriores, sería el elemento fantástico. Las dos últimas páginas presentaron una dificultad técnica que nunca había experimentado, y me costaron un gran esfuerzo.

--¿Le ha picado alguna vez una abeja muerta? (Sí, ya sé es que una célebre frase de la película 'Tener y no tener' y que solo Lauren Bacall supo responderla). ¿Se podría decir que a usted continuamente le está picando la abeja de la memoria?

--La picadura de la memoria puede ser dolorosa o placentera, claro está, pero su finalidad literaria, poética si quiere, pretende ir más allá del significado semántico o de su oportunidad narrativa.

--Además de sus barrios habituales, hay en la novela un paseo del protagonista por la Rambla. ¿Qué opinión le merece esta ciudad actual tomada por el turismo?

--Mire, la ciudad tomada por los turistas por ahora me interesa poco como materia literaria, y como ciudadano de a pie, pues tampoco mucho. Es la ciudad en la que vivo y por tanto celebro en ella las cosas que me gustan y desdeño o critico las que no me gustan, como hace cualquier barcelonés. Pero si hablamos de literatura, y me hago la ilusión de que este es el caso, mi verdadera ciudad es una ciudad que ya no existe, que solo está en mi memoria y en algunas de mis novelas.

--La cita que abre el libro, "Quizá hemos acabado con el pasado, pero el pasado no ha acabado con nosotros", parece un fiel diagnóstico de lo que está ocurriendo en España.

--De manera consciente no he buscado ninguna referencia con la maldita actualidad, que ya por sí sola es bastante agobiante y plasta. No escribo nunca a instancias de la realidad actual, que por supuesto puede interesarme como al que más, de hecho soy lector voraz de prensa, sino de una realidad que solamente el lenguaje literario es capaz de hacer real.

--Usted no ha escondido su antinacionalismo. ¿Se siente en minoría dentro del actual panorama?

--Opino que el escritor debe dejar clara su independencia de criterio, sea cual sea su fe o su ideología política. Yo no soy nacionalista, en primer lugar porque no comparto la emoción identitaria y sentimental de tantas personas que lo son por el hecho de haber nacido aquí o allá, y en segundo lugar porque no tengo razones para pensar que en una Cataluña independiente los gobernantes, a juzgar por los que ahora tenemos, los que nos proponen el cambio, serán menos corruptos, menos ineptos y menos estúpidos que los de España, es decir, sé que me van a joder tanto unos como otros. Así que de momento me da igual ser catalán que español, ninguna de las dos cosas me entusiasma.