El poeta gaditano José Ramón Ripoll presentó ayer en Córdoba, dentro del ciclo Letras Capitales, su último libro, La lengua de los otros, poemario con el que se alzó el pasado año con el Premio de Poesía Fundación Loewe. Estos versos suponen «un viaje en la memoria hacia un lugar anterior a la existencia, es decir, más allá del nacimiento, para oír el eco de ese lenguaje originario que nos conforma y confirma como ser humano», aseguró el autor, que también reconoció que para llegar hasta ahí ha tenido que atravesar «difíciles y solitarios» momentos de su infancia, llegando, incluso, al “útero para situarme en esa línea imperceptible que separa el ser de no ser». Ripoll intenta «recuperar» esa palabra «que nos pertenece» frente a una lengua «manipulada por el poder, por los titulares periodísticos y por la publicidad», suponiendo así este poemario «un conato de rebeldía frente a la manipulación del lenguaje», que, bajo su punto de vista, persigue «la uniformidad del pensamiento».

«No es un libro de protesta al uso, pero, en sí mismo, encierra una protesta general», aseguró el escritor, que estuvo acompañado en esta presentación por los poetas cordobeses Pablo García Baena y Juana Castro. El libro se divide en tres partes, constituyendo la primera «el nacimiento», mientras la segunda la compone «la búsqueda del ser» y la tercera «la capturación de la palabra». «En definitiva --prosiguió-- la labor del poeta es velar por el nombre de las cosas», y en esta obra trata de captar la realidad desde ángulos diferentes porque «para mí, la realidad es un iceberg del que solo vemos la parte de arriba, pero la poesía tiene que indagar en la realidad sumergida».

Por su parte, Juana Castro mostró su «sorpresa» por la «gran calidad» de este poemario, ante el que, dijo, se «descubre». «Me parece un libro muy bueno», asegurando que «yo no había leído bien a los simbolistas» hasta ahora. «He descubierto una poesía de pensamiento, pero que utiliza las imágenes», de las que «está llena» la obra, que sumerge al lector en un ambiente «de encantamiento», donde el nacimiento y la muerte «están juntos». Por otro lado, dijo que «no es un libro lineal, aunque los poemas tienen entidad de unidad por si mismos, pero se expanden como si fueran ondas concéntricas», destacando, por último, «la inquietante» forma de escribir de Ripoll.