Sabemos que una novela de espías es un gran tablero de ajedrez, aunque no distingamos las piezas blancas de las negras. Lo importante está en la combinación alterna de cuadrados ahora llenos, ahora vacíos, qué más da quién los ocupe, las figuras siempre van a chocar, o a matarse, o a darse la espalda, a pensar en estrategias absurdas o geniales mientras hay alguien que piensa por ellas. Es el lenguaje, claro, el que define a los géneros, si es que aún se puede utilizar esa palabra después del estructuralismo, la semiótica, la esquizofrenia de la posmodernidad, el cinismo del mundo, y etcétera. Y llega Jean Echenoz, y después de sus delgadas y exquisitas biografías que no lo eran tanto, vuelve al lugar que ya había visitado con esa novela sublime, 'Una aventura malaya', que hizo por el género de aventuras lo que hace 'Enviada especial' por el de espías: deconstruirlo mientras lo ama. Porque, aunque es divertida,hilarante incluso, no tiene nada de parodia: su irreverencia nunca es sarcástica, adora la torpeza de sus personajes, nunca los trata como alfiles o peones, y eso que los cruza y los descruza en un rondó imposible, como si la confluencia de sus trayectorias, tan ridícula, estuviera dibujando el cuadrilátero del que no podrán escapar, que es la literatura misma.

A los practicantes del ‘nouveau roman’ y a los de la metaficción norteamericana siempre les gustó jugar a dados con los géneros, para que la novela, cansada de lo clásico, se investigara a sí misma y nos contara cómo va el proceso. Como, en fin, 'Enviada especial' es puro 'nouveau roman' -eso sí, imaginado por Hergé-, no debe de extrañarnos que se calce la gabardina y pretenda esclarecer el enigma de su propia existencia. Echenoz consigue que el famoso 'macguffin' hitchcockiano se transforme en personaje. Durante al menos dos tercios de la novela, Constance, la mujer secuestrada no se sabe para qué, es un pretexto para que la trama se despliegue, como un mapa que siempre esconde un nuevo surco, una doblez secreta. Cada capítulo es una sorpresa, y a veces su feroz autonomía -el episodio del atraco que perpetró el marido de Constance en su juventud es, por poner un ejemplo entre muchos, una delicia-, y la frescura de la prosa de Echenoz, puede hacernos pensar que todas las historias conducen a un gran callejón sin salida. Y sin embargo, no: todo cuadra en el laberinto. 'Enviada especial' cuenta la historia de una mujer que se encuentra a sí misma; que no era nada, un cero, o tal vez una hoja mecida por el viento, y que finalmente entiende su existencia después de desestabilizar Corea del Norte. Un enigma resuelto, pues.

Mientras tanto, los narradores empiezan a emerger entre las palabras, reclaman nuestra atención, son también conspiradores, pertenecen a las altas esferas del espionaje parisino, y a veces nos dejan con la miel en la boca “porque tienen otras cosas que hacer”, y un tema de electrónica, que se titula 'Excessif', se convierte en llave maestra de un régimen totalitario. A velocidad de vértigo, se suceden el síndrome de Estocolmo y de Lima, un suicidio en el metro, la punta de un dedo cortado, un disparo en el ojo, un corte de pelo (o dos) en la peluquería, una violación que no llega a consumarse, y la novela de espionaje propiamente dicha ni siquiera ha empezado. Quizás porque entonces llega la hora de Constance: su misión es la del personaje que ha encontrado a su autor. Y ese autor se lo ha pasado en grande dándole la oportunidad de su vida.