Los mayor reconocimiento del cine español tienen ya protagonista: Isabel Coixet. El Goya a la mejor película fue a parar a manos de la directora catalana de La librería. Coixet se convirtió en la tercera mujer en la historia de los Goya en conseguir el cabezón a la mejor dirección. Rodado en inglés, el filme sobre una mujer valiente y sola que se obstina en abrir una librería en su pueblo también se llevó el reconocimiento al mejor guion adaptado.

Mientras, la dura, bella y luminosa historia de una niña huérfana a causa del sida que necesita encontrar su lugar en el mundo junto a sus tíos y su prima (Verano 1993) cautivó a los miembros con derecho a voto de la Academia, que otorgaron a su directora, Carla Simón, el trofeo a la mejor dirección novel; a Bruna Cusí, el de actriz revelación; y a David Verdaguer, el de mejor actor de reparto. «Más mujeres haciendo cine», demandó Simón al mismo tiempo que quiso dar todo su ánimo a las personas que conviven con el virus VIH.

‘Handia’ / Pero, sin duda, la gran vencedora de la noche fue la película en euskera Handia, que hizo gala a su nombre (gigante, en castellano) y conquistó 10 de los 13 premios a los que aspiraba, incluido el de mejor actor protagonista (Eneko Sagardoy). La historia del personaje real vasco del siglo XIX que paseó su descomunal cuerpo por media Europa arrasó también en los galardones técnicos: vestuario, montaje, dirección de producción, dirección artística, fotografía, maquillaje, efectos especiales, guión original y música original.

La perdedora de la noche (una acto de injusticia severa) fue Verónica, que solo conquistó mejor sonido. Al igual que Verónica, El autor se fue de vació en las categorías más nobles, aunque Adelfa Calvo se embolsó (merecidamente) el de actriz de reparto.

Una gala falta de ritmo / También un tono perdedor tuvo la gala en general, que no arrancó (ni siguió) con ritmo a pesar del esfuerzo de los chanantes Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, cuyas gracias no fueron entendidas del todo en el auditorio, inundado por los abanicos rojos reivindicativos de la asociación de Mujeres Cineastas (CIMA).

Penélope Cruz y Javier Bardem, los dos únicos actores españoles con un Oscar- dieron lustre y empaque a una alfombra roja dominada por las reivindicaciones feministas (al igual que el escenario). Sin embargo, ninguno de los dos se levantó de la butaca por sus papeles en Loving Pablo, dirigida por Fernando León de Aranoa y con fecha de estreno para marzo. El mejor intérprete del 2017 fue Javier Gutiérrez por su papel en El autor, donde pone -literalmente- los genitales en la mesa y donde da vida a un hombre gris y cretino que quiere escribir una novela que pase a la Historia. La mejor actriz estaba también cantada porque Nathalie Poza hace uno de los mejores papeles de su carrera en el sutil drama sobre la muerte No sé decir adiós. Poza interpreta a una ejecutiva perdida en la vida que regresa al pueblo para afrontar como puede la enfermedad terminal de su padre.

Miserias y virtudes / El momento serio de la velada llegó con el discurso oficial de la Academia. Su presidenta, Yvonne Blake, sigue convaleciente tras el ictus que sufrió hace varias semanas, así que fueron los vicepresidentes los encargados de sustituirla. Después de que Mariano Barroso dejara claro que el cine español es como el resto de la sociedad y tiene «miserias y virtudes», Nora Navas puso el dedo en la llaga y recordó el cine es un negocio a pesar de que las entradas sufren el azote del IVA más alto de la zona euro, «un castigo para los espectadores». «Somos un colectivo que no llora. Simplemente queremos lo nuestro», explicó la actriz tras lanzar un grito de guerra feminista y recordar que la industria necesita «directoras».