No suelo entrar a comparar cuál es mejor o peor película de la filmografía de Woody Allen por la sencilla razón de que cualquier estreno de este autor siempre ha sido un regalo para mí ya sea comedia o drama. En el caso que nos ocupa, estamos ante algo inclasificable, donde uno podría preguntarse sobre el género y terminar hecho un lío al contraponer forma y fondo o trama y tono. Y qué encontramos en Irrational man (sigo sin entender por qué se molestan en traducir y doblar una película y no lo hacen con su título, cosa que va contra cualquier regla publicitaria, supongo)... pues a un Joaquin Phoenix, siempre fantástico, en su personaje: un tipo tan atormentado como el que compusiera en Two lovers e igual que allí, entre dos mujeres (una alumna que encarna la encantadora Emma Stone y una compañera de profesión, la profesora desencantada de su matrimonio que hace Parker Posey). Este filósofo atormentado e incapaz de encontrar sentido a la vida, nihilista gracias a las circunstancias, prefiere matar las horas como una esponja empapada en alcohol que disfrutar aquello que pasa por delante de sus narices. Hasta que algo, un incidente desencadenante (éste podría ser el término usado para la dramaturgia del texto de Allen), algo que no desvelaremos, hará cambiar el rumbo de los acontecimientos que conforman el argumento del filme, que incluso salta de un género a otro, así que no se molesten porque cuando crean estar viendo un drama puede que se encuentren inmersos en una comedia romántica que se tornará suspense hasta acabar quién sabe dónde. Como siempre, la cinta está muy bien escrita, salpicada de giros dramáticos, interpretada con sabiduría por su reparto y montada con ritmo ágil para que no abandonemos la butaca y nuestro pensamiento discurra por el camino trazado, entre Dostoievski y Highsmith.