Una mezcla imposible de excentricidad, intelectualidad rural y sentido cómico físico y metafísico. Así es el universo creativo de Joel y Ethan Coen según lo describe el guionista y editor Ian Nathan en Los hermanos Coen, un libro que repasa la trayectoria vital y profesional de los cineastas. A través de sus testimonios y los de amigos y colaboradores, así como el repaso de sus películas, desde Sangre Fácil (1985) a Ave César (2016), el autor trata de adentrarse en la imaginación de la pareja y dar con las claves de su estilo. Nada más empezar, un aviso a navegantes: a pesar de su indiscutible inteligencia y de que sus películas, premiadas en los Oscar, los BAFTA y los Globos de Oro, contienen un gran potencial simbólico y una óptica muy personal, a los Coen no les gusta hablar de ellas. Son más bien parcos y superficiales en palabras.

«Mejor no les preguntes sobre temas trascendentales», aconseja Frances McDormand, musa y esposa de Joel, que describe su actitud como «la resistencia de la América rural de clase media al autoanálisis». El propio Nathan, que los ha entrevistado en varias ocasiones, cuenta que en una de esas entrevistas, a colación del estreno de No es país para viejos, Ethan se pasó todo el tiempo encerrado en el baño, mientras que Joel, tirado en un sofá del que no se movió, apenas alzó una ceja.

Sus películas son contradictorias y difíciles de catalogar, a la vez originales y llenas de referencias, personales pero construidas sobre el artificio, llenas de alta y baja cultura, hermosas y oscuras, serias y absurdas. «Todo su universo gira en torno a gente que intenta encontrar un código de conducta en un universo de locura», explica su amigo William Preston Robertson.

El libro, profusamente ilustrado con fotografías, se remonta a su infancia en Minnesota. Joel (1954) y Ethan (1957) crecieron en un suburbio de Minneapolis de lo más monótono. Ver películas era la mejor forma de matar el tiempo. Solían ir a una sala cuyo que ofrecía un repertorio mezcla de alta y baja calidad que hicieron suya. Un día de verano, un colega sugirió comprar una cámara y rodar sus propias películas. Como no se lo podían permitir, empezaron a trabajar cortando el césped de los vecinos y así ahorraron los 400 dólares necesarios para su primera Super-8.

Este año tienen previsto estrenar su primera serie, un wéstern de seis episodios independientes titulado The Ballad of Buster Scruggs, que podrá verse a través de Netflix.