Francisco Garfias, Premio Nacional de Literatura en 1971, es huésped de lujo y excepción desde ayer en la Casa Natal de Juan Ramón Jiménez en Moguer (Huelva), donde el nobel y su esposa, Zenobia Camprubí, le han cedido una estancia para mostrar su legado, ese que quiso que tuviera su pueblo. La reapertura de la Casa Natal y la inauguración de la sala dedicada a Garfias vienen a poner en valor uno de los lugares juanrramonianos más emblemáticos de Moguer, junto con la Casa Museo Zenobia-Juan Ramón Jiménez, a la vez que a eternizar la relación entre dos paisanos a los que unió la poesía y, sobre todo, el amor por su pueblo.

Estos dos paisanos, Juan Ramón Jiménez (1881-1958) y Francisco Garfias (1921-2010) nunca se conocieron en persona y, sin embargo, estaban unidos por haber nacido en el mismo lugar, por su amor a la literatura y por el hecho de que buena parte de su obra tuviera en esta localidad su fuente de inspiración. La relación entre ambos, que en vida se limitó a una carta que el Nobel, desde su exilio en Puerto Rico, le remitió a Garfias mostrándole su agradecimiento por haberle remitido un ejemplar dedicado de su primer libro de poesía, Caminos interiores , se estrecha ahora con este hospedaje en la Casa Natal.

La admiración de Garfias por Juan Ramón se constata en el hecho de que durante casi 40 años aquel trabajó en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, donde desarrolló una ingente labor de compilación y edición de la obra del nobel, convirtiéndose en el primer gran especialista en la poesía del poeta de la luz y en su principal biógrafo.

Garfias siempre quiso que su legado estuviera en su pueblo, y a ello ha dado respuesta la comunidad de herederos, cuyos miembros recientemente formalizaron con el Ayuntamiento de Moguer la cesión de los fondos. Un legado que se muestra al público en esta nueva estancia creada para él en la Casa Natal de Juan Ramón Jiménez, que ayer reabría sus puertas.