Con una puntualidad británica, propia de un novio enamorado, aterrizó ayer el poeta cordobés Pablo García Baena en la facultad de Filosofía y Letras para recibir el título de doctor honoris causa por la Universidad de Córdoba. Rápidamente, el comité de bienvenida lo trasladó a la botica del centro, donde tuvo lugar el ceremonial del vestuario que exige un nombramiento de este tipo, y donde tuvo ocasión de firmar en el libro de honor: «Con mi gratitud, Pablo García Baena. 27 de octubre del 2017». Minutos después, daba comienzo el acto de investidura, presidido por el rector de la UCO, José Carlos Gómez Villamandos, y que contó con presencia de una nutrida representación de autoridades locales, poetas y familiares del escritor.

La profesora María Rosal actuó como madrina y realizó la correspondiente laudatio, en la que destacó la importancia de Pablo García Baena en el panorama de la poesía y la literatura española, recorriendo todos sus premios y reconocimientos, hasta centrarse en su faceta como filósofo por su capacidad para «construir pensamiento». También aludió Rosal a las cualidades humanas de un autor «cercano, afable, atento y respetuoso» y subrayó «la humildad» y el «sentido del humor» del que ha hecho gala en su vida y en su obra. En su semblanza, se refirió a la estrecha relación de Pablo García Baena con Córdoba y de cómo ésta ha estado presente en su poesía, repasando para ello versos y declaraciones del escritor. «Esta ciudad ensimismada y silenciosa, Córdoba, la ciudad más melancólica de Andalucía», se ponía ayer a los pies del autor de estos versos, que agradeció sincero que su ciudad se haya acordado de él aunque el reconocimiento de la UCO haya llegado unos meses después del título de honoris causa que recibió en abril en la Universidad de Salamanca. «Lo tomo con mucha gratitud como es normal porque nadie está obligado a esperar que le caiga el Gordo de la lotería, que parecería quizás lógico que este título llegara antes que el de Salamanca, pero da igual, son dos universidades importantísimas», aseveró. Antes de concluir su intervención, María Rosal leyó tres poemas inéditos del poeta, que está trabajando, según adelantó él mismo, en un nuevo libro aún sin título. El verano, Ombu y Las Rosas fueron los tres poemas que el escritor ofreció a modo de obsequio y señal de agradecimiento al auditorio y que comentó en su intervención. El primero, recuerdo de una mujer desnuda junto al Mediterráneo; el segundo, dedicado al inmenso árbol que corona Benalmádena, se lo dedicó a José Javier Rodríguez Alcaide porque fue él quien le informó del nombre de ese gran ejemplar, y el tercero a las rosas, «recuerdo a la rosa bravía que se siembra en los patios de Córdoba», que descubrió junto a Juana Castro y Pedro Ortega en un pueblo de la sierra de Córdoba. Modesto sobre su trayectoria, reiteró en varias ocasiones que su único mérito fue «haber formado parte de ese grupo llamado Cántico que revolucionó en cierto modo la literatura española».

El rector de la Universidad, José Carlos Gómez Villamandos, se valió de una frase del poeta Adam Zagjewski, Premio Príncipe de Asturas de las Letras, para iniciar su intervención: «La poesía no está de moda. Las novelas policiacas, las biografías de los tiranos, las películas americanas... están de moda. La política está de moda. No está de moda detenerse en medio de un prado primaveral ni la reflexión». Con un discurso de elevado toque poético, Gómez Villamandos describió la sociedad actual «que pone el espejo colectivo para reflejar todas las soledades» y aprovechó para denunciar «la epidemia del individualismo» y reivindicar que «hay que volver nuestro espítitu a las nobles artes si queremos encontrar el sosiego y la mirada alta que nuestro momento histórico requiere». Y es que, según recordó el rector parafraseando a Juan Antonio González Iglesias, «García Baena aglutina todo el juego de esdrújulas que enhebran Córdoba, Séneca, Góngora y Cántico».

Gómez Villamandos dejó claro que en la Universidad de Córdoba «no nos hemos desvinculado de la poesía, ni hemos declinado nuestra doble vocación de atención a la realidad inmediata y a la de otros entornos más alejados en el tiempo», y subrayó que «hablar de Córdoba a nivel artístico suele ser sinónimo de hablar de poesía». En este contexto, «reconocer a Pablo García Baena como doctor honoris causa en su tierra no es casualidad sino la consecuencia de su implicación con nuestro idioma y con su tierra», aseguró el rector, que repasó también los logros literarios del autor, «su pulcritud» y «la transmisión de valores a través de su obra». Ingenioso, cerró su discurso aludiendo al asiento impar, fila 13 que el poeta inmortalizó.