La joven guitarra flamenca no deja de depararnos alegrías y es en el escaparate de nuestro Festival de Guitarra donde mejor podemos constatar esa irresistible ascensión que la ha posicionado como uno de los más importantes medios de transmisión del sentimiento flamenco.

Daniel Casares está considerado como uno de los valores guitarrísticos más firmes de hoy. Este joven malagueño que ya ha cumplido sus bodas de plata con la guitarra, ofreció un completo concierto en el Gran Teatro de Córdoba donde puso de manifiesto que es un músico con corazón flamenco a la hora de transmitir el rico contenido de su mensaje.

Qué duda cabe que sin su soberbia técnica, de la que no apreciamos ninguna fisura que pudiera distorsionar su mensaje, este no habría podido calar en un auditorio entregado por la interpretación de los temas que nos regaló. En todo momento, la fraternal armonía de sentimiento y técnica, diluyó el argumento de que hoy el apabullante recorrido del diapasón viene a obviar con frecuencia la esencialidad que define al flamenco.

Daniel Casares rinde homenaje en este trabajo a su paisano Pablo Picasso, para lo cual interpretó algunos de los toques clásicos como la malagueña con la que abrió su actuación. Un buen comienzo que abrió la puerta a ese incontenible torrente musical del resto de su repertorio ayudado por su conjuntado elenco en el que los fandangos, alegrías, garrotín, tangos, bulerías y rumba estaban animados por la fuerza y la sutileza de su toque, atrapándonos en una envolvente atmósfera de sonidos, creatividad y depurado tecnicismo. La versatilidad de su propuesta quedó fielmente reflejada en el acompañamiento de la cantante portuguesa Dulce Pontes, artista invitada que nos regaló un par de piezas que nos supo a poco. El sentimiento del saudade portugués y el de la guitarra flamenca hermanados como prueba de la universalidad de las músicas de esta geografía tan cercana la una de la otra.