Perseverancia, pasión, afición y entrega» son los consejos que Antonio Fernández Díaz Fosforito dio a los jóvenes aspirantes a artistas flamencos que se dieron cita ayer en la Posada del Potro, donde el cantaor protagonizó una de las sesiones del ciclo Maestría, que, organizado por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento a través del Centro Flamenco que lleva el nombre del artista pontanés, está dirigido especialmente a jóvenes artistas en formación en todas las especialidades del flamenco, con el objetivo de que conozcan de primera mano la trayectoria vital y artística de grandes figuras del arte jondo. Durante una charla conducida por el cantaor David Pino, y en la que también intervino el público con sus preguntas, el maestro matizó que «cada uno tiene un corazón, una sensibilidad distinta, porque el flamenco es un sentimiento que nos afecta a todos y es un arte caliente que cada uno recibe de diferente manera».

«Cuando alguien canta para un auditorio, la percepción de cada persona es distinta a la de las demás porque el mensaje, la letra, la música llega de muy diversas maneras, se remueven los sentimientos y cada uno tiene una valoración diferente», prosiguió Fosforito, que señaló que el flamenco, «por encima de todo, es sentimiento, nos afecta a todos con mayor o menor intensidad, nos conmueve, nos apasiona y nos engancha».

El maestro del cante también echó la vista atrás para hablar de sus inicios. «Soy de una familia de flamencos, en mi casa cantaba mi padre, tenía primos guitarristas y primas bailaoras», señaló el cantaor, que también hizo alusión a aquellos tiempos «tan difíciles» en los que «lo único que escuchaba era flamenco», reconociendo que «al principio ignoraba mis capacidades, algo que descubrí cuando empecé a buscarme la vida».

OTROS TIEMPOS \ «El cantaor actúa siempre como memoria de las generaciones que le han precedido y que fueron dando los fundamentos a los troncos comunes de los cantes de los que se ha ido enriqueciendo la cultura sonora de nuestra tierra», dijo en otro momento de la charla, en la que también habló de las posibilidades que ahora tienen los aspirantes a artistas del flamenco, que «con un teléfono tienen la posibilidad de escuchar y grabar lo que quieran», mientras que antes «había que aprender de viva voz, andando por los caminos».

Siguiendo con su trayectoria, Pino hizo una parada en 1956, cuando ganó el Concurso de Arte Flamenco de Córdoba, algo que, además de suponer «una gran alegría», también cambió de alguna manera su carrera porque «me quitó un puñao de hambre de encima», celebrando que «estos cantaores de ahora no tienen por qué pasar tantas fatigas». También fue preguntado el maestro por sus vivencias con el guitarrista Paco de Lucía, al que conoció siendo un «muchacho joven» gracias a su hermano Ramón. «Yo tenía pendiente una grabación y, tras actuar con él, me maravillé de sus posibilidades, de su técnica, de su buen gusto, de sus maneras. Se salía de lo corriente», recordó Fosforito, que subrayó que «el flamenco tiene ahora una dignidad que no ha tenido nunca» y este ciclo es una ocasión más para conocer este arte.