El pincel expresionista del cordobés Rafael Navarro, nacido en el 1946, dejó de dar brochazos de pintura. A sus 69 años, Navarro deja tras de sí una extensa obra artística de gran calado, ya que ha expuesto en varios países, como la exposición que protagonizó en la ciudad germana de Kassel, una muestra organizada por Michael Wikens, arquitecto catedrático de Teoría de la Arquitectura en la universidad de esta ciudad.

Navarro comenzó sus estudios artísticos en la Escuela de Artes aplicadas y Oficios Artísticos de Córdoba, para trasladarse más tarde a la Escuela Superior de Bellas Artes en Sevilla, donde permaneció dos años y posteriormente, en 1970, llegó a la actual Facultad de Bellas Artes de Madrid. Ejerció como profesor en la mencionada Escuela de Artes Plásticas y Oficios durante seis años. Transcurrido este tiempo, el artista cordobés decidió abandonar la docencia para dedicarse de pleno a la creación artística propia.

Este pintor, que siempre trabajaba en soledad al margen de las modas comerciales que reinaban en el mundo artístico, tenía mucha pasión por la fotografía y la imagen en movimiento, por ello muchas de sus obras eran retratos en los que utilizaba la fotografía como base para luego recrearla en un lienzo, desde su creación e imaginación más profunda. Jugaba mucho con las deformaciones.

Tras su primera exposición, que la realizó en la galería Novart de Madrid en 1979, el artista realizó varias exposiciones en salas cordobesas como la Galería Céspedes (1979), una muestra de volúmenes y paisajes en la Galería Studio 52 (1982), Galería Arc-en Ciel (1983), en la Sala Mateo Inurria (1983 y 1987), en el Colegio de Arquitectos (1984) o en el Palacio de la Merced (1988). En estas muestras artísticas ya mostró una gran proyección, lo que permitió adelantarse a su tiempo con un estilo pictórico marcado por la presencia de lo abstracto, adquiriendo un sello muy personal dentro del siempre complicado mundo del arte contemporáneo.

Fue creador coherente con su obra, basada en la materia y centrada en la pintura de contenido, lo que reflejaba un trabajo muy personal y de ahí, las numerosas horas que pasaba creando en su estudio. Aunque utilizó formatos pequeños, gran parte de su obra se encuentra realizada en formatos grandes. Una manera de hacer aún más visible y llamativo la técnica altruísta que imperaban en sus retratos alterados, pero llenos de expresión.

La imagen en movimiento era otras de sus grandes aficiones. Pero, al igual que con la pintura, a Navarro le gustaba el cine profundo, de contenido, y lo veía como un incremento de su creación artística. Le gustaba identificarse con autores como Berman, con un marcado carácter intelectual. En alguna ocasión, Navarro se planteó hacer cine.

Un compañero con el que pasó mucho tiempo fue el arquitecto Alfonso Rodríguez, quien pudo comprobar de lo que era capaz de ejecutar una mente creativa que siempre iba más allá de lo común y difícil de sobornar. Un pintor muy imaginativo que convertía una obra nítida de la realidad como es una fotografía en una obra que roza el surrealismo, que obligaba al espectador a reflexionar y buscar su significado profundo. Una chispa que se ha apagado, pero que permanecerá en la memoria.