El artista Tomás Egea Azcona (Madrid, 1933) ha fallecido hoy en Córdoba, unos meses antes de recibir el homenaje que le preparaba la Delegación de Cultura del Ayuntamiento con una exposición en la Sala Vimcorsa en la que se pretendía mostrar en mayo su amplia relación con la ciudad.

Egea fue colaborador de Diario CÓRDOBA durante varios años y entre las disciplinas artísticas que desarrolló a lo largo de su trayectoria figuran la pintura, la ilustración, maquetas de arquitectura y vidrieras y, aunque su obra es poco conocida por la ciudadanía, su figura fue muy importante en el desarrollo de la ciudad, ya que estuvo en el germen del arte contemporáneo y de la modernidad en Córdoba, según apuntó hace días el comisario de la muestra, Jesús Alcaide, que explicó que su carrera corrió en paralelo a la de Equipo 57.

También conocido por sus ilustraciones como TEA, desde su residencia en la ciudad en 1958 se ha venido vinculando a los numerosos movimientos y grupos que han ido construyendo las diferentes cartografías del arte contemporáneo en Córdoba. Desde que en 1958 establece su residencia aquí, entra en contacto con la intelectualidad y los círculos artísticos de la ciudad, relacionándose, además de con los miembros de Equipo 57, con Castilla del Pino y Rafael de la Hoz, con el que establecerá una fructífera relación de colaboraciones, según señaló Alcaide.

En 1962 se marcha a París y allí, además de continuar la relación con los miembros de Equipo 57, publica ilustraciones para el tebeo 'Bibi Fricoti' y la revista 'Le Rire'. «Para los artistas, es una figura fundamental, pero apenas se ha hecho nada sobre él, de hecho, ha realizado muy pocas exposiciones individuales», apuntó el comisario de la muestra que se estaba preparando.

De vuelta a Córdoba, en 1964 participa en el Salón Córdoba, presentando una serie de pinturas que en ese momento estaban bajo la influencia de cierta figuración crítica, «como vemos en obras como el 'Retrato de Carlos Castilla' (1962), 'Gran Beata' (1966) o 'Los caciques'», según Alcaide.

Junto a su faceta como pintor, desde esta fecha se volcará en la ilustración, y de forma paralela trabajará la cerámica, el pirograbado, la decoración y la vidriera para múltiples proyectos, de los cuales destacan los realizados con Rafael de la Hoz.

Con él llevó a cabo proyectos como la casa que construiría para la familia de Rafael Lovera en la calle Jesús y María (1957-58), el revestimiento cerámico de la piscina y el pirograbado en skay para el hotel Los Gallos (1965), así como el relieve en hormigón y mural pirograbado para el Banco Coca en Valencia (1971), los cuatro murales cerámicos para la Facultad de Medicina de Córdoba (1973-1980) o las intervenciones que realiza en el Palacio de la Merced (1977), entre los que destaca el Mascarón del reloj de sol.

Otras de sus intervenciones son las del mural en acero que realizó para la Fachada del Banco Coca (1965), pieza que ha conseguido conservarse e instalarse de nuevo en el Campus de Rabanales, y el Retablo cerámico de la iglesia de Miralbaida.