De la mano de Bach y su Cantata de los campesinos, La Fura dels Baus recala en tierras cordobesas después de muchos años para ofrecer hoy en el Teatro Victoria de Priego la obra Free Bach 212, un montaje a la italiana «donde el público está a salvo» y al que al final se le invita a cerveza. Así lo cuenta Miki Espuma, uno de los seis socios directores de la compañía, que, después de casi cuarenta años de existencia, se ha convertido en un grupo de culto. Con una singular escenografía, donde la música del célebre autor se fusiona con la electrónica y el flamenco de la cantaora cordobesa Mariola Membrives, Espuma califica este montaje como un «concierto performance» donde lo burlesco y la crítica social vuelven a ser protagonistas.

-¿Cómo se consigue mantener el prestigio a lo largo de casi 40 años?

--No hay una voluntad directa de mantener el prestigio, no era el objetivo ser un grupo de culto. Tanto yo como los cinco socios que me han acompañado en estos años hemos ido encontrando ideas y maneras de expresarnos en el lenguaje escénico. Eso es todo.

-¿En qué consiste esta peculiar interpretación de la ‘Cantata de los campesinos de Bach’?

--Este espectáculo hay que recibirlo como un concierto performance, porque, básicamente, es el trabajo que realizan el cuarteto barroco Divina Mysteria, junto a los cantantes de música clásica Eulalia Santoga y Juan García Gomá, y la cantaora cordobesa Mariola Membrives, que es maravillosa y con la que hemos tenido la suerte de contar. En el trabajo de performance más físico está el bailarín Miguel Ángel Serrano y, por último, David Cid se encarga de la labor videográfica. Trabajamos con la cantata de Bach y con su guión, que consiste en la relación política con un gobernador, una historia de pareja y, finalmente, la cerveza, que a mis 59 años, y llamándome Espuma, es vital.

-¿Cuál es la relación de la cerveza con Bach?

--En todas las cantatas existe ese juego irónico entre el amor y la política y, finalmente, la mezosoprano, cuando faltan tres canciones para terminar, dice: «Vamos a dejarnos de tonterías y vámonos al bar». David Cid asegura que donde trabajaba más a gusto el músico era en las tabernas.

-En el espectáculo se mezcla la cantata original y completa de Bach, del siglo XVIII, con flamenco y música electrónica. ¿Cómo recibe el público este particular cóctel?

--Es un montaje muy optimista, la gente se ríe mucho, y aún más cuando, al final, invitamos a todo el mundo a cerveza. Hay una comunión entre músicos, escena y público por ese carácter tan positivo que tiene la obra. Creo que el público está deseando reír y perder de vista este mundo tan ruin en el que vivimos.

-La crítica social, lo burlesco, ha sido una constante en sus obras. ¿Lo volveremos a ver en este montaje?

--Por supuesto. Es una crítica que empieza en el siglo XVIII y finaliza en el 2017. La gente odia pagar los impuestos, pero reclama buenos autobuses. Esa contradicción de amor y odio que hay hacia el gobernador y el recaudador de impuestos en la obra sigue vigente y pasará toda la vida.

-Sus escenografías también han sido siempre muy singulares. ¿En qué consiste esta?

--La Fura ha ido encontrando las cosas y, en este caso, la escenografía ha sido un ejemplo más. Cuando hicimos el preestreno de Free Bach 212 lo realizamos en una iglesia de Vic que tenía una exposición de esculturas de Fernando Bravo, al que nosotros no conocíamos. Nos tocó hacer el ensayo con estas piezas y vimos que encajaban perfectamente con la idea de la obra. Nos hizo una copia exacta en un material que nos permitiera llevarlo de gira. Incluso le pedimos una vaca, que quizá sea lo que representa más lo campesino, lo rural. Se llama Sebastiana y se ha convertido en la mascota de la compañía.

-Parece que la improvisación forma parte de su filosofía.

--Es básico, lo que ocurre es que en esa improvisación se trabajó durante año y medio. Una amiga nos llama los locos controlados.

-¿Hay que ir especialmente preprado para ver una obra de la Fura dels Baus?

-Este es un espectáculo muy a la italiana. El público lo va a ver desde su butaca. No se rompe el espacio vital del espectador, que en esta ocasión está a salvo. Creo que tiene un punto de provocación en el sentido de que se usa un músico clásico y respetado por todo el mundo enredado con la música electrónica y el flamenco. Hay que venir con la mente abierta y con ganas de saborear cosas nuevas.

-Acaban de presentar un nuevo espectáculo en Italia. ¿Cuántos montajes suelen tener a la vez?

-Cada miembro del grupo puede asumir el proyecto que le venga en gana después de debatirlo con la compañía. Ahora tenemos entre tres y seis producciones a la vez.

-¿Están optando más por los espectáculos de butaca y abandonando el clásico lenguaje Fura?

--No. Seguimos haciendo las dos cosas.

-¿Qué cree que prefiere su publico?

-Son formatos muy diferentes, y seguramente son públicos muy distintos. Hay gente a la que le gusta correr, pasarlo bien a lo bestia durante una hora, y otros prefieren ver un trabajo más introspectivo como este, en el que se valora la relación entre Bach y la música electrónica.

-Hace mucho tiempo que la Fura no pisaba suelo cordobés.

--Creo que desde los noventa. Para este espectáculo hemos adoptado una actitud de low cost, lo que nos permite trabajar en pueblos pequeños y ciudades medianas.