El periodista y escritor Fernando Jáuregui presenta esta tarde en el Círculo de la Amistad su último libro, El desengaño, en el que narra, junto al también periodista Federico Quevedo, sus vivencias desde que empezó a ejercer la profesión hace 40 años. En su opinión, «el periodismo actual es peor, más descomprometido y light, pero tenemos más medios. A mí me duelen las ruedas de prensa sin preguntas». Respecto a Cataluña cree que «hay pereza para abordar un diálogo».

-Han definido ‘El desengaño’ como un libro de historia contemporánea. ¿Está de acuerdo?

--Yo cuento mis vivencias desde que empecé a trabajar en periodismo hace 40 años. Contamos anécdotas y cómo nos ha ido en nuestras trayectorias vitales, profesionales y políticas. También contamos nuestra decepción con la izquierda y la derecha, que no han sabido resolver los grandes problemas de este país.

-¿Ese es el principal motivo por el que está decepcionado con la izquierda?

--Yo no era político, no creía en el comunismo. Era la única manera de estar contra Franco, porque no existía el partido socialista. Le dije a Carrillo «yo no me siento comunista», y él me dijo que tampoco. Yo he visto demasiado de cerca el acontecer diario de los partidos políticos y cuando ves las cosas demasiado de cerca, ves las hechuras. Somos gente afortunadamente descreídos, pero no tanto como para no ver que no se están solucionando los grandes problemas del país, como Cataluña, que es gravísimo.

-¿Cuáles son los tres errores más graves cometidos con Cataluña?

--Hay errores históricos, pero si nos fijamos en aquí y ahora y en los del Gobierno, el primero ha sido mirar para otro lado con Pujol, que era un ladrón. El segundo, Zapatero prometió a Artur Más que la formación más votada presidiría la Generalitat y por dos ocasiones fue un tripartito. Y ahí nació el independentista Artur Más. Y por último, que el Parlamento recurriera el estatuto catalán. Esos tres son errores monumentales. A mí Artur Más me dijo en el 2009, «ser independentista es ser retrógrado», y dos años después…

-¿Es cierto que en su libro no deja títere con cabeza respecto a los políticos españoles? ¿Defendería a alguno?

--Los periodistas, como lo vemos todo tan de cerca, solemos respetar muy poco y no solemos alabar mucho a las figuras políticas. Yo solo cuento lo que he vivido. Desde luego, Adolfo Suárez en solo unos meses logró dar la vuelta a la política en España en circunstancias mucho más difíciles que estas. No defiendo a Felipe González, aunque sé que es un gran estadista; ni a Sánchez, que me ha decepcionado mucho; ni a Iglesias, nunca he creído en él. Sí creo que en Podemos hay gente interesante, como Errejón; Rivera tiene claros y oscuros, pero se le puede dar confianza. Es verdad que pocos títeres quedan con cabeza. Hablo bien del Rey, este sí. Es una garantía, pero vamos a ver si le dejan serlo. Los partidos del bipartidismo han hecho muchas tropelías, tienen pocas ideas y son poco sacrificados.

-Su ideología se podría definir ahora como socialdemócrata, y ¿qué significa eso para usted?

--Sí, es socialdemócrata. Se concretaría en un reparto más equitativo de la riqueza y una extensión del estado de bienestar para todos pase lo que pase. La situación actual con los pensionistas no debería de haber pasado nunca. Hay que profundizar en la democracia. Hay que cambiar muchas cosas: la ley electoral, la Constitución, limitar los mandatos… Hay que cambiarlas para tener un país más justo, pero no es un patrimonio de la izquierda, también la derecha podría abrazar alguno de estos cambios.

-¿Qué opinión tiene de que las personas mayores se hayan echado a la calle para protestar?

--Tienen perfecto derecho a protestar. La situación económica permitiría una mejor distribución de las cargas y de los beneficios. Hay unas desigualdades lacerantes y creo que no hay derecho a que un señor que se ha pasado toda su vida trabajando ahora viva con una pensión que no llega a los mil euros y tenga que ayudar a sus hijos porque están en paro. Es un país más injusto que otros muchos, con muchos vicios económicos de magnitud considerable que habría que acabar.

-¿Qué reflexión hace de la manifestación y de la huelga del pasado 8 de marzo?

--Este es un país todavía bastante machista, aunque lo va a dejar de ser pronto, porque las mujeres van a gobernarlo dentro de muy poco.