La siempre dulce voz de la laureada guionista, escritora y directora de cine cordobesa Josefina Molina sonó ayer emocionada en el salón de mosaicos del Alcázar de los Reyes Cristianos al recoger el 7º Premio de las Letras Andaluzas Elio Antonio de Nebrija que otorga la sección de Andalucía de la Asociación Colegial de Escritores de España. Un galardón que reconoce «su trayectoria profesional como escritora de carácter excepcional, resaltando su destacada y polifacética labor en el ámbito de las letras». Con la templanza y la calidez que la caracterizan, recibió de manos de la alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio, un premio que por primera vez, según confesó ella misma, reconoce su trayectoria literaria y no su hacer detrás de una cámara de cine o televisión. «Es especial porque es el primero que me dan por escribir, por hacer libros, no por películas y televisión», dijo sincera tras escuchar atenta las múltiples semblanzas y los cálidos elogios que le dedicaron el presidente de los escritores andaluces, Manuel Gahete; el vicepresidente de los escritores españoles, Rafael Soler; la diputada provincial de Cultura, Marisa Ruz; la viceconsejera de Cultura, Marta Alonso, la propia alcaldesa y una de sus amigas de Córdoba, Celia Fernández. «Recibo este premio con mucho afecto de mi tierra y me resulta muy entrañable recogerlo aquí porque en Córdoba siempre encuentro cariño, generosidad y calor cordial», aseguró, antes de «agradecer que con este premio la asociación de escritores me sitúe entre las personalidades tan valiosas y multifacéticas que lo recibieron antes que yo». Según Molina, «hay algo que me gusta más que escribir, leer los libros de otros. En casa ya no me caben porque almaceno libros de toda una vida que forman parte de mi memoria y a los que acudo en auxilio cuando la memoria me falla porque puedo olvidar los detalles, pero nunca si me ayudaron a vivir o me hicieron reír o llorar». Y es que, según la directora teatral de Cinco horas con Mario, de la serie Teresa de Jesús, de películas como Función de noche y Esquilache, de retratos como los de Ana María Matute o José Saramago o su obra autobiográfica Sentada en un rincón, «el ser humano necesita leer, ir al cine y al teatro, vivir en otras existencias para combatir su finitud». Feminista convencida, dijo haber intentado siempre «incluir la óptica de mujer a las adaptaciones que he realizado», visión que los presentes elogiaron como un elemento distintivo y definitorio de la autora. Incapaz de decidir si le gusta más el cine, la televisión o la literatura: «yo estudié cine, pero el séptimo arte engloba todas las artes porque de lo que se trata es de contar historias», dijo estar viviendo una faceta placentera de su vida: «Ahora viene la fase de ser una persona mayor, de ser vieja y eso es un privilegio, es una etapa muy interesante que te proporciona un punto de observación del mundo distinto, con una experiencia que te hace más equilibrada y comprensiva», comentó, «si sabes aceptar lo que ha sido tu vida, aunque haya cosas que se te han quedado en el camino, la vejez te proporciona mucha tranquilidad, es un momento de reflexión impagable, una etapa muy placentera».

La alcaldesa, encargada de cerrar el acto, destacó de Josefina Molina, la primera mujer en obtener el título de directora/realizadora de la Escuela Oficial de Cine y pionera en España del cine rodado por mujeres, «su espíritu vitalista y rebelde» y el hecho de que «nunca se haya puesto de perfil a la hora de combatir lo que considera inaceptable, por ejemplo, en materia de igualdad». Terminó con una frase de la premiada: «hoy lo subversivo es el sentido común», dándole la enhorabuena por serlo.