Obras entre los primeros años del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX se escucharon en la noche del jueves en el Gran Teatro, en el décimo concierto de abono de la Orquesta de Córdoba, que contó con la impecable actuación de la solista Ona Cardona y la dirección de Lorenzo Ramos. El proceso de recuperación en que se encuentra la obra del compositor Andrés Gaos en su Galicia natal alcanzó nuestras latitudes con la presentación en Córdoba de su Impresión nocturna, poema sinfónico para orquesta de cuerda que, en sus mejores momentos, nos sorprendió con convincentes aires wagnerianos en los que la cuerda estuvo brillante.

Ona Cardona entró a continuación con paso firme en el escenario augurando lo que sería su actuación: el Concierto para clarinete nº 1, Op. 73, en Fa mayor de Carl María von Weber le permitió desplegar un amplio abanico expresivo que provocó la sorpresa y el deleite del público desde el segundo tema del Allegro, un pasaje de bravura que Cardona convirtió en un vendaval arrollador.

Cardona, cobra y encantadora en un solo ser, serpenteaba en vertical con las evoluciones de su instrumento, ante una partitura contrastada que supo reflejar en su extraordinario fraseo, cargado de sensibilidad, seducción y arrojo, en el que cupo lo ensimismado y lo juguetón con la naturalidad e intensidad con que lo concibió C.M. von Weber en su obra.

Lorenzo Ramos ofreció una excelente versión del concierto, limpia, expresiva y con el espacio oportuno para la solista, ante la cual la orquesta respondió con determinación. Cardona hubo de ofrecer un bis ante lo prolongado de los aplausos; un Homenaje a Falla -al parecer, de factura propia- trajo al clarinete arabescos y requiebros que satisficieron nuevamente a un público ya también bajo el influjo del clarinete de Cardona.

Las versiones de Ramos de obras tanto del Clasicismo como de su transición al Romanticismo suelen buscar su lugar en el equilibrio y la legibilidad -como desde estas líneas se ha comentado en múltiples ocasiones- logrando notables resultados, y la del jueves no fue una excepción: tras la pausa, la formación cordobesa ofreció una buena interpretación de la Sinfonía nº 5, en Si bemol mayor, D. 485 -una obra especialmente clásica en Schubert- y dibujó un paisaje elegante y contenido en el que la sencillez sonó con enjundia y vitalidad. Aplausos.