Ha compartido escenario con David Bowie o Prince, algo poco habitual en un artista flamenco, pero la carrera de El Pele (Córdoba, 1954) ha estado marcada por hitos que ahora, al cumplirse cincuenta años de su trayectoria con la música, sus compañeros quieren reconocer y celebrar con un concierto irrepetible en el que el cantaor cordobés se rodeará de grandes del flamenco. La cita será el próximo 18 de diciembre en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid, y sobre su escenario se reunirán Paco Montalvo, Pepe Habichuela, Sorderita, Lin Cortés, María Toledo, Miguel Poveda, Pitingo, Eva Yerbabuena, Dorantes, Pedro El Granaíno, Arcángel, Juan J. Suárez Paquete, Toñi Fernández, Encarna y José Anillo, María Terremoto, Sandra Carrasco, Nani Cortés, y el trío de jazz-flamenco compuesto por Jorge Pardo, Carles Benavent y Tino Di Giraldo. Y como muchos se han quedado fuera, el cantaor repetirá esta conmemoración en Córdoba, donde no podía dejar de celebrar una trayectoria que le ha reportado premios como El Giraldillo al Momento Mágico de la Bienal de Flamenco de Sevilla, entre otros muchos, o su nominación al Grammy Latino al mejor Álbum de Música Flamenca por su disco Canto.

-¿Cómo ha conseguido reunir a un elenco como este para celebrar sus 50 años de trayectoria?

--Pues se van a unir seis o siete sorpresas más. Yo no los he reunido, lo han hecho ellos. Todo empezó cuando dije que este año cumplía 50 años con el flamenco. A partir de ahí, han sido mis compañeros quienes lo han organizado, y se ha quedado mucha gente fuera. Por ejemplo, Estrella Morente, India Martínez, Niña Pastori o Antonio Orozco. Pero ellos vendrán a Córdoba, porque no puedo conmemorar estos cincuenta años sin celebrarlo en Córdoba.

-¿Cuándo lo celebrará en Córdoba?

--Seguramente, en el Festival de Patios, por esos días.

-Debe sentirse muy querido.

--En esta vida, todo depende de lo que vayas sembrando. En el mundo de la música, del flamenco, se dan ciertos recelos, y para mí es impresionante que todos estos compañeros se reúnan para darme este reconocimiento. Ojalá todos los compañeros que celebren sus cincuenta años en la música tengan esas ganas de vivir, de luchar, de componer, que tengo yo. Estoy muy contento y muy orgulloso de todos mis compañeros.

-Se le nota una especial ilusión ante esta cita.

--Mucha, porque es un reconocimiento a toda una vida. Yo he hecho muchos homenajes a personas que lo necesitaban, a niños que no tenían dinero para curarse de sus dolencias o para sus medicinas, y eso está ahí. Yo he estado siempre para lo que me han necesitado. Y esto es una recompensa.

-¿En qué consistirá el espectáculo?

--Harán dos temas cada uno, y, por ejemplo, Arcángel, Pitingo y Sandra Carrasco, que son los tres de Huelva, harán una ronda de fandangos y luego un cante ellos solos. Y así todos los demás.

-Al flamenco se une el jazz en este concierto. ¿Cuándo descubrió que el arte jondo puede fusionarse con otros géneros?

--Yo lo hice en 1989. El flamenco no se debe quedar ahí, debe extenderse a más público, que lo conozca más gente. En esa época fue cuando compartí escenario con David Bowie, Prince o Tina Turner. Pero el flamenco no se debe adulterar. Yo creo en las fusiones, pero no en las confusiones. El flamenco es una cosa, y el flamenquito, otra. En este sentido, igual que hay mucha gente que le ha hecho mucho bien al flamenco, también la hay que le ha hecho mucho mal.

-¿Qué le han dado estos cincuenta años sobre los escenarios?

--Me han dado muchas satisfacciones, muchas ilusiones, ganas de vivir y también he tropezado muchas veces por el corazón que tengo. Pero volvería a repetirlo, a ser quien soy. Porque hacer música es realmente lo que me gusta, ver a la gente feliz con un cante por soleá.

-¿Qué le ha sorprendido más de la evolución que ha vivido del flamenco en medio siglo? ¿Cree que está más considerado que cuando usted empezó?

--Yo he sido una de las personas que ha puesto bandera, que ha dicho esto es el flamenco y hasta aquí podemos llegar. Por ejemplo, ahora se están dando cuenta de quién era Enrique Morente, nadie creía en él, sobre todo los flamencos. Y yo empecé con él. Es verdad que este arte ahora está más considerado, es Patrimonio de la Humanidad, pero hay muchos de nuestros viejecillos que se han quedado con las ganas de verlo. No todo el mundo ha puesto su granito de arena.

-¿Cómo recuerda sus comienzos?

--Fueron muy duros porque mis padres se separaron y yo era el mayor de los hermanos. Con 12 años me tuve que tirar a la calle para sacarlos adelante en la época del clásico señorito que después de una actuación nos metía doscientas pesetas en la guitarra. Nos sentíamos como el que está en la puerta de los Dolores.

--Pero finalmente tuvo suerte.

--Yo he sido un privilegiado. Tengo un nombre, en el mundo del flamenco he dejado un legado y los jóvenes están haciendo mis cosas, y eso no lo consigue todo el mundo. Tengo los reconocimientos máximos que se pueden dar en el flamenco, y tengo a mi familia, que es lo mejor que me ha podido ocurrir en la vida.

-Y de salud, ¿cómo anda?

--Muy bien. Hace unos días me hicieron un reconocimiento y agradezco infinitamente su trabajo al equipo de Oncología del hospital Reina Sofía, que es maravilloso. Después del susto, me han devuelto la vida.

-A lo largo de su extensa trayectoria ha debido vivir numerosas anécdotas. ¿Podría contarme alguna?

--Recuerdo un día, cuando íbamos por los pueblos Juanito Valderrama, Beni de Cádiz, uno al que le decían El Cojo Peroche y yo, y una vez fuimos a un pueblo de la sierra. Hacía mucho frío y había una sola persona como público, sentada frente al escenario, nadie más. Entonces, El Cojo Peroche y Beni empezaron a tirarle palillos con una goma para que se fuera y se suspendiera la función, pero no hubo manera. Allí se quedó, él solo, escuchándonos.

-De entre todos sus premios y reconocimientos, ¿cuál valora más?

-Todos. Desde el que me dieron en la primera cata de Montilla en el año 1969, con Paco de Lucía.