Las adaptaciones de literatura al cine enfrentan siempre, entre sus muchos retos, el de personificar en un actor o actriz la imagen que los lectores, individualmente, se han hecho de un personaje. Cuando el libro adaptado es un 'best seller' como 'La chica del tren', el 'thriller' que escribió la británica Paula Hawkins, esas imaginaciones son millones. Era obviamente imposible que todas estuvieran de acuerdo en que Emily Blunt fuera la más idónea para poner en carne y hueso las representaciones mentales que se habían creado de alguien como Rachel, la atormentada alcohólica que es el personaje central en una historia de viajes personales, engaño, infidelidades, 'voyerismo' y asesinato. Pero para la actriz británica, cuyo próximo proyecto le verá transformarse en Mary Poppins, hay cosas que cuentan mucho más que la apariencia física en este papel y en la película.

“Las mujeres quien leer y ver mujeres con las que se puedan identificar y no es habitual que se presente a mujeres con defectos”, reflexionaba Blunt en un encuentro con la prensa en Nueva York. “Por eso quizá ha tenido tanto éxito este libro, o 'Perdida', o 'Millenium: los hombres que no amaban a las mujeres' (también llevados al cine), porque tienen en común que tienen protagonistas femeninas que enfrentan retos en sus personalidades”.

Esos retos no faltan en el tríptico femenino que conforma el núcleo de 'La chica del tren', que completan Rebecca Ferguson como Anna y Haley Bennet como Megan. Y según Blunt, estas mujeres con mucho y pesado equipaje emocional son el vehículo perfecto para ir más allá del mero 'thriller'. “Esta película te permite ver a mujeres que son humanas teniendo una experiencia humana”, dice la intérprete. “Aborda temas relevantes de maternidad, matrimonio, infidelidad e identidad; de la presión que ponemos a las mujeres en el ambiente doméstico, por la que parece que estás incompleta si no tienes un hombre o un hijo. Y te permite ver las entrañas de la vida de suburbio, algo mucho más cercano a la vida real que el ideal de casitas con vallas blancas”.

En su caso, Blunt se preparó para su personaje concienzudamente viendo documentales, hablando con amigos alcohólicos o en rehabilitación y leyendo todo lo que pudo sobre la adicción y la depresión. Y así creó un personaje que le gusta porque no es afable o simpático. “Hace cosas estúpidas y es irresponsable, tóxica, infeliz”.

VIOLENCIA GRÁFICA

Con la dirección a cargo de Tate Taylor, el realizador de 'Criadas y señoras' y 'I feel good. La historia de James Brown', la película no huye de gráficas descripciones de violencia, y tanto Blunt como Taylor explican que fue una decisión consciente. “Paula (Hawkins) creó una historia violenta y sexy y tenía que hacerla así”, asegura el director, bajo cuya batuta la acción se ha mudado de los suburbios de Londres a los de Nueva York. La actriz, por su parte, revela que ella y Taylor hicieron “el pacto de que la violencia tenía que ser muy real, muy brutal, muy fea” y defiende que “nada en la película glamuriza, trivializa o sensacionaliza” esa violencia. “Es incómoda de ver porque se siente muy real”, dice.

CRÍTICAS Y TAQUILLA

Para Edgar Ramírez, el actor venezolano que es uno de los tres personajes masculinos de 'La chica del tren', la película se mueve en una tradición de productos de los años 80 como 'Instinto básico' o 'Doble cuerpo', “dramas adultos que no almibaran el conflicto humano, que se dejaron de hacer y a los que ojalá que esta película reabra las puertas”. La crítica estadounidense, en cambio, no ha sido tan generosa, y la cinta ha sido acusada de tener una trama “tan llena de agujeros que podría usarse de colador de espaguetis” ('The New Yorker') o de entrar “involuntariamente en territorio camp” (A.V.Club). Quizá por eso suena hasta positivo lo que se ha podido leer en 'The New York Times': “Es una película absurda, pero se puede disfrutar”.

Pese a esa tibieza de los críticos, en la taquilla de EEUU está funcionando bien. Y ese buen resultado da sentido especial a algo que explicaba Taylor. Al ser preguntado sobre si el éxito del libro le intimidó, replicó: “Al contrario, era excitante. Es bueno que los lectores sean apasionados sobre el material. Y hace las cosas divertidas saber que al menos hay 10 millones de personas que quieren ver la película, incluso si oyen que es mala”.