NACE EN PARIS (1932).

TRAYECTORIA AFINCADA EN MEXICO DESDE 1942, ESTA CONSIDERADA GRAN DAMA DE LAS LETRAS DE ESE PAIS. El DIA 23 RECOGERA EL PREMIO CERVANTES.

La voz que surge del otro lado del teléfono es risueña y como de niña, acorde con la pequeña figura de Elena Poniatowska (París, 1932). Pero no hay que dejarse engañar. Bajo esa felicidad se esconde, dura como el pedernal, una voluntad que ha llevado a esta mujer de 81 años, descendiente de un príncipe polaco que acompañó a Napoleón en sus campañas, a darle la voz a los desposeídos en reportajes y novelas. Medio México, el México comprometido, se puso de fiesta cuando le dieron el Cervantes, que recogerá el próximo 23 de abril.

--Imagino que le gusta más entrevistar que ser entrevistada.

--Pues sí. Tengo más preguntas que respuestas. Y además he de confesar que soy muy bocona, como decimos en México, muy mala para guardar secretos.

--¿Qué consejo daría a un joven periodista?

--Que lo más importante es observar, escuchar con mucho interés y registrar lo que se ha visto. Que no se pierdan los matices, los colores y la forma de hablar de la gente.

--De usted decían que se hacía la tonta. Que utilizaba la ingenuidad para lograr sinceridad.

--Pero no me hacía la tonta, nada de eso. Sencillamente lo era, muy tonta. No hay truco en ello. Yo me inicié muy joven. Me animaba el ansia por conocerlo todo porque yo no sabía nada.

--Usted llegó a México a los 10 años. ¿Qué encontró?

--Un país lleno de intensidades y olores maravillosos. Muy alejado del París de mi infancia, cuando Debussy y Mallarmé visitaban a mi abuelo. Más tarde pasé la secundaria en EEUU enclaustrada en un colegio de monjas, donde me enseñaron cosas que no servían para la vida. De ahí salí con tanta ignorancia que era capaz de preguntar a un político, sin avergonzarme, cuánto dinero ganaba.

--Y ese pasó a ser su estilo.

--Sí, los lectores esperaban mis entrevistas diciendo "a ver qué barbaridad va a preguntar esta mujer".

--México también le dio una nueva lengua que acabaría siendo la suya.

--Yo empecé cometiendo muchísimos errores. Pero me fascinaba el idioma español, tan rico, sobre todo el habla de la calle. Cuando yo era niña todavía se decía bellaco y hurgamandera, que es una forma antigua y maravillosa de decir prostituta. Eso es algo que quise trasladar a mi novela Hasta no verte Jesús mío .

--¿La gente humilde siempre dice la verdad?

--La gente humilde dice, como dirían mis nietos, la neta. Te dicen lo que sí es.

--¿De ahí la fascinación de la princesa por la gente del pueblo?

--A mí nadie me ha dado tanto como Jesusa Palancares, la protagonista de Hasta no verte Jesús mío , que me ofreció el surrealismo, lo inesperado, lo que nunca había oído hasta el momento.

--¿Qué hay de polaca en usted?

--Tengo la locura de los polacos que en las guerras se aventaban con sus caballos contra los tanques. Esa actitud hacia la vida un poco suicida. También el amor a la música unido a la sentimentalidad.

--No es poco.

--Mi familia fue expulsada de Polonia en el siglo XVIII. Ahora estoy tratando de escribir sobre mi antepasado Estanislao Poniatowski y descubrí que me cae muy bien. Embelleció Varsovia y trajo a su corte a muchos pintores italianos como Guardi o Canaletto. Además le gustaban mucho los bailes y las recepciones. A mí no me gustan tanto.

--Tenía fama de mujer guapa.

--Mi madre sí que lo era. Trabajó como modelo para Schiaparelli y aparecía en el Vogue . De pequeña me gustaba ponerme los vestidos que le prestaban las casas de alta costura y llenar de barro por el jardín sus carisísimos zapatos de tacón.

--Alvaro Mutis dijo de usted que con 5 centímetros más los ángeles bajarían a visitarla.

--Es que soy muy chaparrita. Del tamaño de un perro sentado. Yo a Mutis le quise mucho... Era un conquistador a morir. Hizo sufrir a bastantes mujeres.

--¿Siente usted ganado el respeto de los mexicanos?

--Una larga vida como entrevistadora ha hecho que rindiera homenaje a todos los grandes de México. Hice un libro sobre Octavio Paz, entrevisté a Carlos Fuentes... Yo creo que lo hice por afán de que me quisieran.

--¿De qué tratará su discurso del Cervantes?

--He querido que tenga que ver con las mujeres del Quijote que, aunque no se las recuerde, son muchas, más allá de Dulcinea del Toboso.