En los últimos años, Rafael Álvarez El Brujo (Lucena, 1950) ha cautivado al público con monólogos sobre personajes como Don Quijote o Santa Teresa, y ahora recorre los escenarios españoles con un montaje sobre el libro Autobiografía de un Yogui, escrito por Paramahansa Yogananda en 1920 y que se convirtió en un best-seller que está traducido a 50 idiomas. El personaje al que ahora da vida el actor y dramaturgo cordobés, y con el que llega al Teatro Góngora el jueves y el viernes, es un yogui reformador y revolucionario que trajo a Occidente una herramienta para alcanzar la luz y el espíritu, el yoga, una práctica habitual en este intérprete, que celebra sus actuaciones en su tierra porque significan «maravilla, cariño, gozo y felicidad».

-¿Por qué decidió adentrarse en la historia de Paramahansa Yogananda?

-Porque merece la pena. Cuando llegas a cierta edad, tienes que saber lo que merece la pena en la vida, que es con aquello con lo que te quedas y a lo que quieres dedicar todo el tiempo que te queda por vivir, que ya no es tanto. Cuando avanzas en edad, hay una valoración distinta del tiempo y del significado de las cosas.

-¿Es una obra transformadora? ¿Con qué sensación sale la gente del teatro?

--Es una obra transformadora para el que está receptivo, naturalmente. Si no quieres que algo te transforme, ni el propio Jesucristo haciendo maravillas delante de ti cambiaría nada. Esto lo vemos diariamente, las personas nos ofuscamos, nos encerramos en ideas, prejuicios y concepciones del mundo y de la vida, y no hay forma de sacarnos de ahí. Unas veces por indolencia, y otras por miedo a cambiar o simple cabezonería.

-¿De qué le ha salvado el yoga?

--De mí mismo, somos nuestros peores enemigos. Es una búsqueda de lo esencial, más allá de la religión.

-¿A qué personaje público se lo recomendaría?

--A todos, tanto a los públicos como a los privados. A veces, pensamos que los personajes públicos son los que mueven los hilos, y no mueven tanto. Están visibles, en las noticias, en los mítines, pero son marionetas movidas por unas fuerzas, a veces, misteriosas, incluso psíquicas, del inconsciente colectivo. Donald Trump no estaría ahí si la gente experimentara el mismo rechazo hacia sus opiniones y maneras que experimento yo.

-¿Cree que las cosas irían mejor si la gente fuera más al teatro?

--No. Irían mejor para los actores, pero no cambiaría el mundo. El teatro lo podría cambiar si tuviera un contenido transformador, igual que ocurriría con la política, con la medicina, con la enseñanza… Y hasta con un barrendero. El que limpia una ciudad, si lo hace con conocimiento, consciencia y atención, está contribuyendo a la calidad de la vida de todos los que le rodean tanto como un cirujano.

-En sus últimos espectáculos se ha centrado en personajes místicos, que buscaban trascender. ¿Está usted también en esa búsqueda y lo ha conectado con su profesión?

--Sí. Por eso siento predilección hacia las figuras de los místicos de todas las grandes religiones. La mística del Siglo de Oro español es un tesoro literario y dramatúrgico, y no solo los específicamente místicos, como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, sino también Cervantes, Lope de Vega, Quevedo o Calderón, que tenían una vena trascendentalista que es la que le da esa impronta a sus obras.

-¿Cómo se llevan temas tan trascendentales al humor?

--El humor es lo más trascendental que hay, porque lo trascendental es una visión, una actitud ante el mundo. Y el humor es decisivo, es un canto a la vida, una loa a la bondad de la vida, con una dosis de escepticismo hacia la propia vida. Es un equilibrio entre el pesimismo vital y el optimismo. Solamente los seres humanos necesitamos el humor; los animales no ríen y los ángeles no lo necesitan.

-Lleva mucho tiempo solo en el escenario. ¿Pretende seguir haciéndolo?

-Soy un actor solista. Mi propia técnica pasa por la necesidad de hacer solo el trabajo, y ya no puede ser de otra manera. He desarrollado un instrumental para el monólogo y este tipo de espectáculos, y de la forma en que los hago.

-¿Significa para usted algo especial actuar en su tierra?

-Siempre significa maravilla, cariño, gozo, felicidad de estar allí. El público en Andalucía es maravilloso.