Obra: ‘La velocidad del otoño’.

Autor: Eric Coble.

Versión: Bernabé Rico.

Intérpretes: Lola Herrera y Juanjo Artero.

Dirección: Magüi Mira.

Lugar: Gran Teatro de Córdoba.

Excelente respuesta, tanto en asistencia como en aplausos, del público en el Gran Teatro de Córdoba para disfrutar de la función La velocidad del otoño. Original de Eric Coble y dirigida por Magüi Mira, está protagonizada por Lola Herrera y Juanjo Artero, pareja a la que ya tuvimos la ocasión de ver juntos en Seis clases de baile en seis semanas en este mismo teatro.

Eric Coble presenta un excelente texto que no pierde ni un ápice de frescura en la versión de Bernabé Rico. La puesta en escena de Magüi Mira trata con gran sencillez este tema que reivindica la vejez y muestra el deterioro de las condiciones físicas y mentales así como la necesidad de independencia de los ancianos en esta última etapa de la vida. Todo gira alrededor de un amplio sofá de color rojo y de los recuerdos de Alejandra, una octogenaria que es obligada por sus hijos mayores a ingresar en un geriátrico. Magüi, en una puesta en escena entre la dureza y la ternura, enfrenta la cruda realidad con escenas que parecen sacadas del teatro del absurdo: la entrada por la ventana o todos los cóctel molotov de los que se ha rodeado Alejandra, dispuesta a morir junto con su casa, el único refugio que le queda.

Cris, su hijo pequeño al que no ve hace más de 20 años, se cuela en la casa por la ventana para intentar que su madre no haga una locura. Esta ventana se abre al pasado y deja entrar los recuerdos de ambos, camino que recorren juntos para ver cómo enfrentar esta etapa del final de la vida que a todos llega pero no sabemos cuándo.

Lola Herrera y Juanjo Artero muestran a un nivel altísimo esa búsqueda y redescubrimiento de la vida de dos personas que no se han visto en 20 años, con sus encuentros y desencuentros, sus semejanzas y diferencias, su pasión por el arte, su visión de qué hay que hacer para vivir y lo que ya no podrán hacer nunca.

El texto tiene una elevada carga emocional, con diálogos profundos, casi monólogos a veces, conversaciones que estos dos magníficos actores llevan desde lo trágico a lo cómico y viceversa en una obra divertida y conmovedora. Lola Herrera muestra su gran dominio de la escena, la divina experiencia, en un personaje medido y elegante, con firmeza y encanto. Juanjo Artero cuaja un personaje que irradia entusiasmo sobre todo. Cada uno, en su estilo, se complementan perfectamente mostrando una gran compenetración entre ellos y con el público, al que hacen vibrar de emoción. Grandioso y sublime trabajo actoral para un texto encantador y una dirección sencilla y elegante, arropado todo ello por un excelente espacio sonoro y lumínico.